Como el mono que somos es voyeur y se aburre suele apreciar la intimidad ajena, que a veces produce imágenes que te hacen sentir bien y otras que te hacen sentir mal, o sea bien también, porque habíamos quedado que el mono que somos es voyeur y se aburre. Por eso sorprende lo indiferente que deja la foto de la canciller alemana Angela Merkel en traje de baño. Hay dos programas piscineros en televisión compitiendo en mostrar a famosos en bañador, seguramente por lo del mono (etcétera) y por eso extraña tanto esta imagen que no vale una palabra.

La fotografía de la emperadora europea, una imagen nunca vista, es un déjà vu. Un traje de baño austero (negro y sin más adorno ni gracia que su negritud), y funcional, (un traje para bañarse), en un entorno termal que siempre es más saludable que placentero (porque en nombre del placer la gente puede bañarse en playas peligrosas, por tiburones o por contaminación). La foto de Merkel no dice de ella nada que no sepamos. ¿Qué dice de nosotros? Que no queremos ser menos que nadie.

Imaginemos que no hubiera foto de Merkel en bañador. ¿Alguien querría verla? Imaginemos que pudiéramos no haberla visto, ¿nos faltaría algo? La foto no informa (como decíamos en el segundo párrafo) ni entretiene (no te hace sentir ni bien ni mal, como decíamos en el primer párrafo) así que no cumple las dos funciones por las que dicen que se hacen los periódicos. Sin embargo está en todos los periódicos del mundo. Y en todos los periódicos del mundo en los que no hubiesen publicado la foto la dirección habría reprochado al día siguiente «somos el único periódico del mundo que no ha dado la foto de Merkel en bañador». En una sociedad en la que todo el mundo quiere ser el único que tenga algo nadie quiere ser el único del mundo que no tenga una cosa y esa es la única razón de que hayamos visto a Merkel en traje de baño.