Los chirridos insoportables de los coches saliendo de Carretería para entrar a la calle Álamos se convierten estos días en la estridente banda sonora de una ciudad ruidosa por naturaleza. Tras los días en los que Málaga estuvo tomada por el público que ansiaba ver las procesiones, el espectáculo o la parada militar, ahora toca la vuelta a la rutina de una ciudad acostumbrada a tener que gritar en vez de susurrar.

Ahora toca un merecido descanso, un relajo tras los días en los que, por quórum, el pleno municipal se podría haber celebrado en derredor de la campana de cualquier trono. Es habitual, pero no deja de ser sorprendente observar el revuelo de ediles, directores y adláteres en formación de tres en fondo esperando su turno para ser fotografiado. Con suerte hasta de medio perfil tocando el martillo. Les pone, se le nota.

Nuestra Málaga, para bien o para mal, no es cofrade más allá de Semana Santa, por eso muchos tomarán como suyas las palabras del cofrade checo-lituano Sêpecer Trajftitovski -traducidas por Francisco N. Moraleda- una vez que finalizó su estación de penitencia en la Catedral de San Estanislao y San Ladislao en Vilnius, capital de Lituania: «Necesito unas vacaciones donde lo más parecido a un trono sea una tumbona».

Aunque mirándolo desde otro punto de vista, durante una semana hemos estado libres del peñazo de siempre, de metros y esas astorias. Teniéndolos entretenidos delante de los tronos, al menos han dejado de cansar desde la Casona, desde la Junta y demás€ En este surrealista y aburrido orbe político en el que vivimos, todos somos contingentes, menos Paco, que es necesario. Con esos tintes, tenemos que darnos con un canto en los dientes y, por lo menos, poder decir eso de: «Amanece€ que no es poco».

@fjcristofol