Hacer la vida consiste en convertir inconvenientes en ventajas. Dos veces al año, con el cambio de hora, el sistema nos agravia alterando el sueño, desquiciando los horarios del cuerpo y la mente, alterando los humores que nos surcan. Pero ese empeño del sistema en destrozar nuestros equilibrios, para tenernos más a su merced, no nos doblegará. Despertar cuando el sueño aún no ha llegado al final, sorprendiéndolo en plena faena, deja ver partes del relato nocturno cuyo reflejo en la mente diurna, tierna todavía, nos da nuevas ideas. Y si en ese momento ponemos la mirada en el cielo que empieza a removerse por la amanecida, y tratamos de visualizar el crecimiento de la luz, ajustando el cerebro a ese tiempo lentísimo, del cruce puede nacer cualquier cosa. Se descansa menos, es cierto, pero así no daremos el mal ejemplo ético de llegar pletóricos y exultantes al trabajo forzoso.