Voy a aprovechar una frase que hace unas semanas dijo Alejandro Jodorowsky para ilustrar las razones por las que la Orquesta Filarmónica de Málaga, al igual que otros muchos conjuntos musicales, vive hoy sus peores días. «La crisis es como el gusano que se retuerce para que nazca la mariposa», aseguraba el polifacético artista chileno, que mantiene que la compleja situación económica en la que estamos inmersos es un paso necesario para que el mundo mejore. No estoy al cien por cien de acuerdo con esta afirmación, puesto que el sufrimiento de muchas personas -siempre los más indefensos-, causado por la desfachatez e incompetencia de unas pocas -siempre los más poderosos-, nunca estará justificado. Pero tengo que confesar que, en muchos aspectos, la estrechez presupuestaria actual nos ha abierto los ojos ante el desmesurado derroche de tiempos pasados.

En 2009, el presupuesto de la OFM era de unos insultantes seis millones y medio de euros, cantidad que pasó a cinco millones ochocientos mil en 2010 y que hoy día es de 5,3 millones. Ayuntamiento y Junta de Andalucía, instituciones que sustentan la orquesta al 50%, destinarán 4,4 millones de euros (2,2 cada una) para la próxima temporada.

No voy a cuestionar el valor de nuestra Filarmónica ni su demostrada calidad artística, pero sí la paupérrima gestión que se ha hecho de los recursos públicos destinados a este conjunto que durante los años de excesos no supo contagiar, ilusionar ni acercarse a los ciudadanos, con lo que ha conseguido una notable reducción en el número de abonados y, lo que es peor, ofrecer conciertos en los que había más personas sobre el escenario que en el patio de butacas. Ante tal situación, en vez de redoblar esfuerzos y salir a por nuevos oyentes, la OFM se ha mantenido en ese ficticio pedestal de la alta cultura con acceso restringido. Pero claro, cuando los problemas comienzan a sonar más alto que la sección de metales, se ha visto cómo esa cultura con mayúsculas se convertía en una ordinaria guerra de reproches protagonizada por músicos y gerente o por músicos y director artístico. Muchos de los problemas internos de la OFM no tenían nada que ver ni con partituras ni con instrumentos -precariedad en el empleo, contratación irregular, bajada de salarios, falta de giras y grabaciones- y el resultado de estas tensiones ha acabado con la marcha (o no renovación, como prefieran) de Edmon Colomer al frente del atril. El gerente de la orquesta, Juan Carlos Ramírez, ya no podrá seguir mirando hacia otro lado: la OFM ha vivido durante años muy por encima de sus posibilidades y nadie ha visto la mariposa.