Cuando usted llama a un teléfono de información sale una voz que dice: «Esta conversación puede ser grabada por su seguridad». Podría decir que la conversación va a ser grabada a secas, pero se ven en la necesidad de añadir la expresión «por su seguridad» para que usted se quede tan contento o contenta (otro fallo del genérico). Si hemos de decir la verdad, apenas reparamos en ello. Nos cuentan tantas mentiras y en lugares tan diversos, que ni somos conscientes de escucharlas. Nada de lo que hagan esas empresas a las que nos vemos obligados a telefonear sea por nuestra seguridad, a menos que con nuestra seguridad puedan hacer negocio, pero seguimos braceando heroicamente en ese mar de mentiras en el que ha devenido la vida cotidiana. Ahora mismo, estamos todos tan grabados y regrabados que se podría hacer una película de 90 minutos con las imágenes y las voces de cada uno de nosotros. Nos graban en la calle, en los grandes almacenes, en la consulta del dentista, a le entrada del restaurante, en el metro, en el aeropuerto, en la oficina de correos€ Además de eso, nos graban también en el teléfono, por nuestra seguridad. Se podría reconstruir la biografía de una persona de 20 años tomando el material obtenido por la multitud de cámaras que, desde que nació, captaron su figura. Tenemos una vida aquí y otra allí, en el disco duro de la Dirección General de Tráfico, del supermercado o del cajero automático. Todo por nuestra seguridad. Muchas gracias.

Hace poco, cenando en casa de unos amigos, detecté una cámara estratégicamente situada en ese rincón del techo en el que habitualmente anidan las arañas.

-¿Y eso? -pregunté.

-Se nos había olvidado advertírtelo, vamos a grabar la cena por tu seguridad.

Al ver mi cara de terror, añadió enseguida que se trataba de una broma. La cámara era de verdad, pero pertenecía al sistema de seguridad de la vivienda. De todos modos, pensé, no tardará mucho en suceder en la realidad esta escena que hoy parece de ciencia ficción.