Hoy, 6 de junio, se cumplen 69 años del desembarco en Normandía. No hay que decir mucho más porque este acontecimiento es un hito de la Historia que conoce todo el mundo. Fue un tiempo en que Europa y los aliados tuvieron que unirse contra Alemania, mejor dicho contra la Alemania de Hitler. Y lo hicieron apenas treinta años escasos después cuando también los europeos se habían vuelto a unir contra la Alemania, esta vez del Kaiser. En ambas contiendas, la Primera Guerra Mundial y en la Segunda, hubo siempre un denominador común: Alemania quería dominar a Europa y lo quería hacer con el uso de las fuerza y de las armas. La «alemanización» de todo el continente o la «germanización» en palabras de los dirigentes nazis como objetivo. Era el Imperio.

Hoy, casi setenta años después, hemos vuelto a las andadas, pero con una diferencia: Alemania domina ya a Europa. A la tercera lo ha conseguido y esta vez por la vía de la economía, de los créditos financieros, del dominio político de la Unión Europea, de una forma u otra, pero dominio a fin de cuentas. No hace falta que nos tiren bombas, ni que nos manden un ejército a invadir nuestros territorios; no es necesario que bombardeen Guernica, ni que desfilen por los Campos Elíseos, ni que Lilí Marlen cante en las cervecerías de Munich. Nada de eso hace falta, porque sigue estando ahí la Alemania imperial de siempre, a la que le recorre por las venas un patológico afán de dominar el mundo.

Hoy no hay que contabilizar cincuenta millones de muertos, porque la guerra es otra, pero hoy sí hay que sumar muchos millones de parados por políticas nacionales erróneas, equivocadas y erráticas pero en ellas siempre ha estado presente Alemania imponiendo sus políticas, imponiendo su economía, su dinero y su poder al resto de Europa. Las víctimas siguen siendo las mismas y en su «germanización» moderna viajan desconsolados hacia sus territorios cientos de miles de jóvenes con la mochila de la desesperación y con el currículo repleto de títulos que sufragaron países como el nuestro, que financiamos todos con nuestro esfuerzo. Son nuestros hijos que no se llaman Pepe y tienen que volver a Alemania como fuente de empleo y como fuente de desarraigo.

Hoy no hay tiempo para llorar a nuestras víctimas, porque hay que comer cada día y porque en la guerra nunca ha habido paz hasta que se firman los armisticios. Se dice que la guerra es la continuación de la diplomacia por otros medios y quizá sería mas acertado decir hoy que la diplomacia es la continuación de la guerra por otros medios. Y esto es una guerra con muchas víctimas que mueren en silencio o que se tiran por un balcón o se queman a lo bonzo. Pero en esta guerra va siendo preciso definir bien dónde están los enemigos porque si no nunca podremos ganarla y si no la ganamos al menos debemos saber quién nos está matando.

Hoy, 69 años después, va siendo necesario desembarcar de nuevo en Normandía.