Tras un par de meses de relación, un noviete que tuve con 15 o 16 años tuvo a bien anunciarme que cortaba conmigo dejándome una cartita por debajo de la puerta de casa. Por supuesto el berrinche no me lo quitó nadie. Tendría que haberme alegrado de sacar de mi vida a semejante cobarde. Leo los resultados de una encuesta de un portal en internet según la cual el 54% de los jóvenes españoles confiesa haber utilizado el whatsapp para dar por terminada una relación. ¿El 54 %? Yo me quejaba de la carta del tonto del bote aquel pero, por lo menos, se molestó la criatura en llenar de letras un folio por las dos caras explicándome que no era por mí sino por él, que yo me merecía algo mejor y que podíamos seguir siendo amigos. Pero ¿Por whatsapp? Según esta encuesta, sólo un 23% de los chavales opta por dar la cara y aguantar el soflamón frente a un café con leche, mientras que un 12% recurre a una llamada de teléfono. Me ha llamado especialmente la atención que alguno confiese haber recurrido a un amigo común para hacerle saber a la pareja que te vas con viento fresco, que ya es tener barra, aunque supongo que todavía es peor no dar señales de vida y, de la noche a la mañana, desaparecer, no coger el teléfono y no dar ni una explicación, sistema impropio hasta de las gallinas que utilizan, según parece, el 3% de los jóvenes desenamorados.

Como este estudio alude solamente a los varones, cabe preguntarse si las mujeres hacemos lo mismo a la hora de plantar al novio, una incógnita que no se despejará hasta que alguien realice con nosotras una encuesta similar aunque lo dudo, más que nada porque no conozco ni a una que no haya dado la cara en semejante trance. Cuentan que esta tendencia a esconderse ha aumentado con las últimas generaciones. Los expertos hablan de que, con tanta sobreprotección, criamos a jóvenes huidizos e inmaduros incapaces de enfrentarse a los problemas. No sé. Al fin y al cabo, lo de aquel que se fue a por tabaco y no volvió, no es de esta época, lo que demuestra que, cobardes, los ha habido siempre.