Puesto que Aznar sigue ahí (por lo que su anterior irrupción no era un berrinche como algunos pensaban), puesto que ayer la derecha mediática ensalzó su discurso e incluso una parte situó al autor como alternativa casi inmediata a Rajoy, y puesto que la combinación de «reformas de alta intensidad», reducción del Estado y menos impuestos no tiene otra lectura que un tajo decisivo al Estado de Bienestar, no hay duda ya de que el nuevo proyecto que aflora es abandonar el centro y gobernar en derecha-derecha. O sea, dinamitar el centro-derecha que al final Rajoy encarna. Ese discurso siempre concita los aplausos más nutridos, pues el centro nunca aplaude, su marca de agua es el silencio. La cuestión reside en si el nuevo barco botado tiene agua debajo, y hasta ahora en España nunca la ha tenido. De modo tal que el aznarismo puede lograr, si cuaja, el suicidio perfecto, sin ayuda del PSOE.