Le había dado unos días por si estuviera recogiendo los bártulos, pero parece que no. Que no se marcha. Que no. Que no va a ser verdad eso que dice Rajoy de que el pesimismo está en retirada en España. Por el momento sigue acampado por aquí. Lo que se ve en el resto de país que rodea a La Moncloa es que las cosas están como el tiempo en esta primavera: de chaparrón total.

La única diferencia, si cabe, es que ahora hay quien ve un sol naciente en el horizonte. Un sol naciente en el país del ídem: Japón. Lo dice Hollande, que mira el experimento económico impulsado por el primer ministro Shinzo Abe y se le ponen los ojos nipones, mitad envidia, mitad deslumbramiento.

Eso que hace Abe se llama en inglés Abenomics y tiene tres patas: masivo estímulo fiscal del Estado (inyección de un billón de yenes en inversión pública en infraestructuras), estímulo monetario (forzar al Banco Central de Japón a elevar la tasa de inflación anual al 2%) y reformas estructurales internas. Hay economistas como el keynesiano Krugman que aplauden con las orejas, aunque la Abenomics tiene sus detractores, que alertan sobre los efectos a largo plazo (un peligroso aumento del déficit fiscal y el impacto que la devaluación del yen puede causar en las exportaciones de otros países). A corto plazo, los resultados del primer trimestre indican que el experimento de Abe funciona y que ha reportado un crecimiento del 3,5 por ciento a una economía que lleva veinte años empantanada. Las medidas han propiciado una devaluación de la moneda nipona de un 30%, lo que se ha traducido en un incremento de las exportaciones de Japón. Además, al elevarse la tasa de inflación, las importaciones se han encarecido y los consumidores se han visto incentivados a gastar ahora y no demorar su decisión de compra. El consumo representa el 60% del Producto Interior Bruto de Japón y durante los primeros tres meses del año creció un 0,9%.

Habrá que esperar para ver los resultados de la política heterodoxa de Shinzo Abe, pero en lo que todos parecen de acuerdo es que, al menos, el plan del primer ministro tiene una alta dosis de valentía. Entretanto, la UE sigue impertérrita por la senda de la austeridad, persistiendo en esta huelga de hambre que no sólo hace rechinar el sistema económico, sino también al propio sistema democrático, favoreciendo el estallido social y el extremismo. Aquí, de momento, no hay sol naciente. Aquí llueve.