Con el verano llamando a la puerta, los guiris morenitos y el chino de enfrente batiendo récords de ventas, deberíamos estar contentos, pero no, no lo estamos, porque en la radio y en la caja tonta nos dicen todos los días que tenemos que gastar menos (¿menos?), ser más solidarios y rezar a Santa Rita para que esto pase lo antes posible. Y yo -ingenua donde las haya- me pregunto: ¿A qué se refiere cuando dice esto el Sr. Montoro, míster sonrisas? No lo sé, pero, si reflexionamos, sabremos que, al menos, hay un español que está contento. Y yo también lo estoy -ya somos dos- porque sigo viva, tengo una familia estupenda y porque recuerdo que alguien dijo una vez: «Si encontramos a una persona feliz, aún tenemos esperanza».

Cierto que por las mañanas nos despertamos muy esnortaos y nos ponemos a decir tonterías en lugar de tirarle un sandiazo a quien las pregona, por poner el ejemplo de una reacción poco edificante. Pero, sonreír es sano. Lo juro. Me lo decía mi tío Juan cuando yo hacía pucheros porque mi hermano Celu me había hecho pedacitos mi mariquitina favorita, no porque fuera horrible, que también, es que la muñeca del papelito lucía un terno amarillo y ese color no le gustaba. Una razón de peso. Él iba para artista -en el más amplio sentido de la palabra- y debía de imponer las normas claras ante su súbdita más incondicional.

¡Madre mía cómo está el personal futbolero! Que le regañen a nuestro equipo blanquiazul tiene su aquel, pero expulsarlo de las competiciones europeas es demasiado. Se han pasado tres o cuatro pueblos y es lo que digo yo, no nos pueden ver por tener el mejor clima, la ciudad más acogedora de Europa y a la afición más ejemplar y por eso había que bajarle los humos. Han aprovechado que el Ebro pasa por Zaragoza y le han dado fuerte. Pues, ¡Viva el Málaga!