Aunque la expresión tiene más acepciones, se conoce, como política de campanario la que sólo se hace cara a los feligreses del pueblo. Nunca he estado del todo en contra de ella, pues una de las peores desdichas de la política es el mal de altura, que lleva a gobernar desde la estratosfera, sin tener en cuenta lo que quiere la gente a ras del suelo, pero cuando la política de campanario se enseñorea de vastos espacios la desdicha es todavía mayor. Lo más adecuado es una combinación entre política de altura y política de campanario, cada una en lo suyo. Hoy Europa ha caído en manos de la política de campanario de una de sus naciones, y si esto no se corrige en seguida será el fin del proyecto. Que toda la política económica de la UE contra la crisis (errada o no) quede al final en manos de un Tribunal alemán, y no del Parlamento Europeo, da la medida de la subversión que se ha producido.