Esperanza de vida y pensiones

«Esperanza de vida» es sin duda la frase que hoy está en boca de todos, de la UE, el gobierno, empresarios y un equipo de expertos en pensiones, todos coinciden en que la esperanza de vida ha aumentado y por lo tanto hay que modificar las condiciones de acceso a la pensión. La frase es engañosa, ya que el problema no es el vivir más, si no el alto índice de desempleo, en mi opinión si ha bajado la recaudación de la SS quizás habría que subir las cuotas de los trabajadores, no aplicar exenciones a los empresarios por nuevos contratos y que el gobierno aporte ingresos al sistema a través de los impuestos.

El informe de los expertos pide también desvincular las pensiones del IPC e incluso su congelación en época de crisis, con estas medidas lo que tratan es de empobrecer aún más y acortar la vida poco a poco a los pensionistas, lo que no dicen los expertos es que para el año 2050 habrá menos trabajadores con derecho a una pensión ya que no habrán cotizado los 38,5 años exigidos en la última reforma de las pensiones, creo que relacionar la esperanza de vida con la jubilación es injusto y discriminatorio ya que el tiempo de vida de cada persona depende de su actividad profesional, casos como abogados, políticos, médicos, banqueros etc. no son comparables con albañil, minero, transportistas o metalúrgicos, el desgaste físico es diferente. no se puede recortar a los pensionistas los derechos adquiridos después años de esfuerzo y cotización. No creo en las recomendaciones de la UE y del Gobierno ya que están basadas en estimaciones personales y ya en otras ocasiones se han equivocado, y si esto ocurre con las pensiones serán muchos los perjudicados. ¿Porqué tienen que modificar las pensiones? Busquen una solución al paro y generaran más ingresos, pero dejen que los pensionistas por fin puedan disfrutar de una vejez más que merecida, ya está bien de recortar al más débil.

Fernando Guerrero BarrioMálaga

El ansiado pacto sobre Europa

Se ha hecho esperar, pero ahí está, rutilante y recibido con alborozo por quienes lo pedían con insistencia, sabedores de que era una baza a juzgar que habría de redundar en beneficio de todos. Cierto que el ansiado pacto sobre la Unión Europea no lo han suscrito sino los dos principales partidos, PP y PSOE, pero ellos solos representan el 85% de todos los que asientan sus ilustres posaderas en los escaños del Congreso, y , además, significan la generalidad del sentir de los españoles que en su día votaron a ambas formaciones política de forma masiva. Se ha mostrado reticente el resto de parlamentarios y han mostrado su enfado como lo hacen los chicuelos cuando se sienten postergados o fuera de juego: «Han pasteleado», dicen, o «Ellos se lo han guisado, que ellos se lo coman en buena hora». La rabieta. Sin embargo, la invitación a participar llegó a todos, y si no se han sumado a la alianza se podrá pensar que no han estado a la altura de las circunstancias. Y éstas no eran otras que lanzar un mensaje a la ciudadanía para cerciorar a los votantes de que los políticos están en lo que tienen que estar y que no andan a la gresca con garrotazos goyescos entre sí en lugar de buscar puntos de entendimiento y unión. Rubalcaba ha mostrado la predisposición a dar la mano a Rajoy ante el envite que tienen delante de sí. Eso dice mucho en su favor. El reto no es otro, además, que mostrar a los mercados que aquí existe un Gobierno y una oposición serios, capaces de enterrar sus desavenencias cuando la situación lo exige. Tarde o temprano, los discordantes se sumarán al acuerdo que será rubricado a finales de mes ante el Consejo Europeo. Caerán en su peso y se espera lo hagan, que es mucho lo que se juega. Los reticentes pueden mostrar sus exigencias mil veces expuestas: más impulso al crecimiento y menos apostar por la austeridad, que ya se nos ha exprimido bastante. Y que las comunidades dobleguen la cerviz para que se cumpla la estabilidad presupuestaria que nos reclama un día sí y otro también Europa. La unión hace la fuerza, reza el adagio. Y aquí y ahora nos conviene ofrecer esa imagen no solo para el interior, que también, sino para el exterior, desde donde nos miran con lupa y no perdonarían falta de firmeza o incoherencias de quienes nos gobiernan. Quienes padecen paro y pobreza miran expectantes a quienes tienen on sus acciones el deber y la obligación de remediarlo y este esperado pacto es un primer paso para lograrlo. No es el definitivo, ni mucho menos, pero por algo se empieza.

José BecerraMálaga