Elegir un nombre siempre da problemas. No digamos ya cambiarlo después de años y años con la misma denominación a cuestas. Y si encima se cambia y se comunica tres años después y mal, la polémica y el sonrojo son irremediables. Carlos Haya González de Ubieta fue, entre otras cosas, el piloto personal de Franco y desde 1956 daba nombre a uno de los dos grandes hospitales de Málaga, que ahora, por cierto, tampoco son ya dos sino uno solo al unirse al Clínico. Tras el reivindicativo anuncio hecho por Izquierda Unida el domingo, el PSOE, su socio de gobierno, ha dicho que el nombre del centro hospitalario se cambió hace tres años al amparo de la Ley de Memoria, por la que han desaparecido muchas otras huellas franquistas. Un cambio hasta ahora simbólico puesto que ni las sábanas de las camas, ni la puerta que da entrada al centro se han hecho eco de la nueva denominación ni, dado el escandalillo, casi nadie se había enterado. Carlos Haya sigue siendo Carlos Haya también para los usuarios, a los que sería interesante preguntar si saben quién era este señor. Puede que estuvieran de acuerdo con el cambio si conocieran la historia, aunque habría que valorar también la opinión de los profesionales sanitarios, que se han identificado durante toda su carrera con la marca Carlos Haya y que ahora temen que el centro sufra una falta de identidad y pérdida de reconocimiento.

Probablemente, las consecuencias no son tan graves como para no poder eliminar un nombre que hiera sensibilidades como se ha hecho en muchos otros sitios. Pero lo llamativo, además de la chapuza comunicativa de la Junta, es la agilidad de la Consejería de Salud en explicar el lío en el que le ha metido su socio frente a la falta de transparencia en los muchos problemas de verdad que afectan hoy a la sanidad. En un momento en el que los sindicatos enlazan una denuncia con otra, la última la falta de enfermeras en el Materno para madres y recién nacidos, la Junta se limita a negar y aclarar lo mínimo. La fusión de distritos sanitarios y hospitales en toda Andalucía y los recortes que están afectando a la calidad de la sanidad suponen mucho más que un cambio de nombre. Pero de eso mejor no hablamos. Ni nombrarlo. Al menos, no en un lenguaje parecido al castellano. «El proceso de convergencia natural en la medida que las unidades hospitalarias vayan confluyendo se tratará con los profesionales», decía esta semana la consejera Montero. Un cambio de idioma para que se les entienda no vendría mal.