El Fondo Monetario Internacional (FMI) se equivoca mucho pero no pierde la moral de seguir jugando a pitoniso de feria. A Grecia le dijeron hace tres años que no había más remedio que meter la tijera a lo bestia y así se hizo aunque si algo han conseguido con sus recomendaciones es dejar a los pobres helenos con una mano delante de la otra (por cierto que la semana pasada el propio FMI reconoció al fin que se pasó un poco, vista la penuria en que sigue sumida Grecia que por no tener, no tiene ya ni televisión pública). El caso es que ahora han vuelto a la carga con España, asegurando que sólo creceremos si se acomete una nueva reforma laboral que reduzca los salarios y abarate el despido. ¿Más todavía?, nos preguntamos todos. Pues sí, porque según el subdirector del departamento de Europa del FMI, Ranjit Teja, y el jefe de la misión para España, James Daniel, nuestro mercado laboral necesita una reforma estructural que equilibre la diferencia entre trabajadores fijos y temporales y que ayude a reducir unos salarios que, según sus datos, no han bajado desde 2007. Por cierto que ya me gustaría saber cuáles son las estadísticas que barajan los señores del FMI porque una gran parte de los trabajadores del sector privado que tiene la fortuna de seguir activo cobra ahora menos que hace seis años, tras haber sufrido ajustes salariales extraconvenio por parte de su empresa.

Que el mercado laboral no funciona y que la reforma de momento no está sirviendo para nada lo sabemos todos. El pecado español estriba en no haber aprobado la reforma en tiempos de bonanza y haber esperado hasta la crisis, cuando ninguna ley puede por sí misma crear empleo. Pero con ese razonamiento sabemos que para crear empleo España no necesita ni implantar el despido a coste cero ni generalizar unos sueldos de miseria (aunque de esos ya hay muchos, por desgracia). Bastaría con una política de estímulo económico que reactivara el consumo, reflotara el crédito y permitiera a las empresas volver a funcionar, una receta que, sin embargo nadie parece dispuesto a aplicar en una Europa dominada por la visión germana de la austeridad más absoluta. A ver si ahora que Rajoy y Rubalcaba van de la mano en Europa nos hacen más caso aunque ni Merkel ni el resto de países del norte parecen por la labor de dar agua a sus socios del Mediterráneo.

Las recomendaciones del FMI, sin embargo, han conseguido algo bastante difícil de ver en España: que políticos, sindicatos y hasta empresarios se pongan de acuerdo. Todos opinan que son peticiones excesivas para una sociedad que no ha parado de hacer sacrificios en los dos últimos. El presidente de la patronal CEOE, Juan Rosell, en un gesto que le honra, ha mostrado su desacuerdo con rebajar la indemnización por despido, situada ya con la actual reforma en 20 días por años trabajado. Ha tenido que llegar el FMI y soltar sus dislates para que podamos escuchar un discurso común por parte de los agentes sociales.