Canas de segunda clase

A quienes tienen más de 40 años y menos de 60, muchos de cuyos integrantes peinan canas en cantidad y, otros muchos, no peinan nada, es decir, se trata de un colectivo humano en la plenitud vital que, si lo comparamos con un río, se correspondería con cuando éste tiene más caudal, se le está haciendo una injusticia, inconscientemente, de alcance histórico.

Los mayores que ellos, que en no pocas ocasiones tratan a personas de medio siglo como a adolescentes («chicos»), no paran de refregarles lo fácil y regalada que ha sido su vida, sin parar mientes en que a quienes acusan de vida fácil son los españoles a los que más esfuerzo les ha costado conseguir un trabajo estable y una vivienda digna de toda la historia. Ahí están las cifras sobre el número de opositores que se disputaron una plaza en la Función Pública. En cuanto a las viviendas, muchos de ellos aún están hipotecados.

Los más jóvenes que ellos consagran la injusticia pues, digan lo que digan, los jóvenes sí respetan a los ancianos (mucho más que los ancianos a ellos); en cambio, con las personas de mediana edad, los jóvenes se creen entre iguales. En este sentido, es gráfico el hecho de que los traten de «tú». Seguir abundando en el asunto no sería posible aquí, pero baste con decir que, como siempre, los que más se quejan son quienes más motivos tienen para callarse, y a la inversa.

Antonio Romero Ortega. Málaga