Gigantesco, titánico, inédito en la historia democrática...» El gobierno español no se pierde en matices para adjetivar sus hazañas bélicas. La pulsión heróica traicionó a Sáenz de Santamaría al anunciar en rueda de prensa el planteamiento de reforma de las administraciones públicas despachado por el último consejo de ministros. Si hubiera dicho «puede ser», la adjetivación tendría sentido; decir «es» significa tanto como nada, porque una cosa es fabular sobre la hoja en blanco y otra ejecutar. Cuando esto último empiece a sustantivarse, los filtros controversiales y negociadores habrán ejercido su oficio reductor en medida por ahora imprevisible, porque la mayoría absoluta que apoya a Rajoy no le hace fuerte en una crisis que sigue debilitándolo, ni en un atisbo de recuperación cuya cadencia tardará lustros en reabsorber el desempleo, actualizar salarios y pensiones, etc. Los treinta y siete mil millones de euros que esperan rescatar entre 2012 y 2015 quedarán en lo que queden, pero la desiderata que ahora venden habrá cortado tantas cabezas laborales que será un milagro no ver las calles y plazas del país como vemos las de Rio de Janeiro, Estambul o Sao Paulo. Desmochar casi sesenta oficinas y agencias estatales, 80 «observatorios», todos los defensores del pueblo y tribunales de cuentas menos los centrales, adelgazar las bancadas de los parlamentos autonómicos, cerrar organismos territoriales y todo lo que postula el anteproyecto, es mandar a su casa a decenas de miles de funcionarios, interinos y enchufados, mientras siguen minando al país las inacabables exigencias externas de recortes y más recortes. Y menos mal que el Ecofin está por la labor de prorrogarnos el déficit para devorarnos mejor.

Así y todo, ¡bienvenida sea la reforma de las administraciones! Es quimérico pretenderla en fases de bonanza. Solo en tiempos de tribulación resulta viable, por paradòjico que parezca, porque incrementar el sufrimiento cuando ya se sufre es aunar las aflicciones en el mismo riesgo. Si sale mal, va de soi el castigo que ya traia causa de lo anterior. Y si se logra, el paso adelante habrá sido histórico. Estas estructuras administraivas nos roban un futuro y es laudable el propòsito del gobierno Rajoy de priorizar un hueso tan duro en su agenda reformista. La oposición y las autonomías están obligadas a colaborar en todo lo que no sea suicidario, sin seguras de que la sociedad las tiene sometidas a un test permanente que ha dejado de ser silencioso entre elecciones.

El «monstruo» prelegal que nos presentan seria más convincente si no excluyera instituciones tan ociosas como el Senado Español. Estas omisiones cantan demasiado cuando tocan sacrificios. Pero como serán tantos los puntos a pactar, aún hay tiempo de que la segunda parte contratante subsane los clamorosos olvidos de la primera.