El auditorio de Málaga no se va a hacer. Dejemos eso claro desde el principio para no engañarnos con los ejercicios de voluntarismo vacuo del Ayuntamiento de Málaga y la Junta de Andalucía. Entiendo que no quieran renunciar al proyecto y, en el caso del alcalde de Málaga, quiera lavarle un poco la cara al Gobierno ante su anuncio de liquidar el Consorcio del Auditorio. Pero eso no pasa de ser una declaración de intenciones. Hace ya tiempo que hemos aprendido que prometer sin dinero es como limpiar sin fregar, quitas un poco el polvo pero la suciedad sigue ahí.

Con el auditorio se ha confirmado lo que todos temíamos, no hay dinero y cada vez menos voluntad de buscarlo. El Gobierno ya se ha dado por vencido y la Junta, aunque diga que es un proyecto muy importante, no está dispuesta a poner un euro. El Ayuntamiento está igual. Ni puede ni quiere (aunque no lo reconozca) asumir el proyecto en solitario. Esperar que venga un mecenas con 120 millones de euros para ponerlo y construir el auditorio es un deseo vano. No hay tantos jeques dispuestos a ello en el mundo, como hemos podido comprobar con el Málaga CF.

El caso es que asistimos a la muerte de un proyecto que aspiraba a convertir Málaga en una capital cultural de primer orden, además de subsanar una carencia histórica de la ciudad. No olvidemos que hay tres auditorios en Sevilla (gracias a la generosidad de la Junta y el Gobierno) y todas las grandes ciudades tienen el suyo propio. Ahora nos volveremos a quedar con otra maqueta que cogerá polvo en un rincón.

Este abandono pone también sobre la mesa un debate que todavía no hemos asumido en realidad. El destino de cada euro de inversión debe ser estudiado, analizado y asegurado antes de poner en marcha cualquier iniciativa. Peor que no tener una infraestructura es el descrédito de planearla, proyectarla y abandonarla antes de terminar. A veces, como en ese caso, incluso antes de empezar.

Los políticos siguen cayendo en el populismo y en la promesa fácil. En hacer de la declaración oportunista su forma de política, olvidando la necesidad de estudiar los proyectos y ser serios en los presupuestos. Luego pasan cosas como ocurre con el metro de Málaga, el ignoto futuro de Tabacalera, los cambios en el proyecto del Astoria, la construcción de una estación del AVE en Antequera en medio de ninguna parte o este caso del auditorio. Descanse en paz.