Todo el mundo, más o menos, tiene una pregunta que hacerse en relación a Hacienda. Sergi Arola, el famoso cocinero Michelin, quiere saber por qué no precintan los campos de fútbol de los clubes con deuda en vez de cerrarle a él uno de sus restaurantes.

Es una manera como otra cualquiera de desahogarse; evidentemente no van a ponerse a precintar campos de fútbol. Tampoco Bárcenas va a pagar jamás la cuenta pendiente. Puede que vaya a la cárcel, pero pagar lo que se dice pagar, naranjas de la China. Aquí no paga nadie; Roldán, por ejemplo, jamás devolvió los ahorros de la Asociación pro huérfanos de la Guardia Civil ni Mario Conde hizo lo propio con todo lo que afanó. El único que conozco que se comprometió a devolver el botín fue Betoret, con los trajes usados del «caso Gürtel». El pintoresco ex jefe de gabinete de la Agencia Valenciana de Turismo acabó culpando a Camps de su empatía con El Bigotes, que ahora se ha dejado barba.

No sé por qué se queja Arola, la Agencia Tributaria ya ha metido en la campaña de la renta al fútbol al reclamarle a Messi y a su padre las cantidades que deben por derechos de imagen no tributados. A Messi, desde luego, no lo pueden precintar como han hecho con la bodega y restaurante del cocinero. Del mismo modo que no han precintado a Arola, al menos todavía y que se sepa.

Hacienda está siendo muy preguntada y a la vez muy contestada. Nadie debería extrañarse. Montoro persiste, por ejemplo, en no aclarar los motivos del error cometido por la Agencia Tributaria con la infanta Cristina. A la gente le choca, además, que no se hubiese investigado el supuesto incremento patrimonial de la hija del Rey, algo en lo que en cambio se muestra expeditiva cuando se trata de otro tipo de contribuyentes. El ministro no hace más que acumular desaciertos; se estrenó con aquello de la amnistía fiscal para los grandes defraudadores y ahora está dejando sobre las alfombras el riego de su sospechosa inoportunidad. No sé qué va a ser de nosotros.