No toda la emoción está en Brasil. Hoy El Palo se juega frente al filial del Deportivo el ascenso a Segunda B. La categoría de bronce del fútbol español es como una nebulosa o desván, un purgatorio o antesala de la gloria. Conviven históricos que guardan en sus polvorientas vitrinas recuerdos de Primera; modestos con pretensiones. Equipos de pueblo o de grandes ciudades. Promesas que sueñan con la Champions y treintañeros que en el ocaso de su carrera y juventud futbolera saborean la profesionalidad. El Palo perdió 4-2 en la ida, lo que sitúa al choque en la difusa frontera que separa lo difícil de la gesta. Remontar dos goles en casa no es imposible ni inopinado. No será fácil. Lendoiro ya expresó su temor a enfrentarse al club malagueño. Club esforzado, ejemplar, castizo, combativo que sabe cuándo hay que esgrimir la modestia y cuando el deje de simpática chulería para que no te maltraten. Ojo con El Palo. Está a punto de hacer historia, si bien será la histérica alegría la que nos embargue a todos si esta noche en el barrio marinero se alcanza la proeza. A El Palo le ha maltratado el sistema, que premia a los mediocres de Segunda B frente a los brillantes de Tercera. Los jugadores se han hecho en esta fase de ascenso unos viajes que ponen los pelos de punta, doce horas en autobús a Burgos, por ejemplo, y tras los que cualquier mortal caería rendido doce horas en la cama. Ellos, tenían que jugar un partido. Superhéroes de barrio. Como decía la canción de Kiko Veneno. Daniel Pérez, el entrenador, ha dicho que al ser un equipo de eso, de barrio, despiertan envidias. La envidia es el pecado nacional. Si le has visto las orejas puedes decir, si no que has triunfado, al menos que has destacado un pelín en lo tuyo. El Dépor ha pedido protección policial extra. Ignoran que el principal peligro que les acecha es la ilusión de una ciudad. Pedir más policía suena a niño que llama a papá. Hay que contener las emociones y lograr un choque impecable y sin incidentes. A El Palo le sobra gallardía. Esta noche se juega un partido muy cerca de las jábegas y los espetos, junto a la mar salada, marenga, cautivante. Bajo ese cielo de verano por el que suspiran en toda Europa. El orgullo del débil frente a la estirpe de un poderoso. Un partidazo de primera para subir a Segunda B.