Una niña se abraza a su padre, convertido en pirata del arrojo y la supervivencia con honores, en la arena de la plaza donde una tarde más ha salido indemne. Otra niña, casi de la misma edad, con sólo siete años, muere en un tiroteo en la barriada de las Tres mil viviendas en Sevilla. Un padre no tiene brazos suficientes para abrazar a una hija muerta. Ayer, tres pistolas y ocho kilos de oro pesaban en las portadas de los periódicos como losas mortuorias incautadas en Mijas a los presuntos autores de los disparos. La imagen de Padilla con su hija en brazos en la Malagueta me vacuna contra esa tristeza…

Botella y taxi

Más toros y más toreros para gusto y disgusto del respetable siguen dándose cita aún hoy en la plaza malagueña, y más de 8.300 turistas por kilómetro se dan cita en la Costa del Sol, cifra récord. Una chica danesa cuyos padres decidieron dejar de ser turistas y quedarse a vivir entre nosotros ha perdido un ojo de un botellazo a la salida de una discoteca en Marbella, sólo por decirles a unos jóvenes que dejaran de pegarle al amigo que había intentado coger el taxi antes. La chica de 15 años es preciosa y lo seguirá siendo, a pesar del miedo que se enquista y de la pérdida de visión bidimensional. El muchacho que la agredió también seguirá siendo lo que era cuando le reventó la botella en la cara a una niña rubia de 15 años, un mierda…

Cacharritos y padres

Pero anteayer mi hijo de aún no tres años se enfrentaba a su primera Feria y engullido por el tsunami sonoro y multicolor de los cacharritos en el Real, se montó primero en un tractor -no me pregunten por qué siendo tan urbano le chiflan los tractores más que los coches de carreras, tampoco lo sé-; luego en un tren que se parece al de Mickey Mouse, después en un tanque, casi sin solución de continuidad en una noria chiquitita, en unas barquillas hinchables que chocan sobre el agua y, al fin, en una especie de gusano loco llamado Tronquito donde le regalaron una espada láser, un tubo de plástico con luz que levantaba con su manita sin miedo pero con mucho, cuando el magnífico charlatán de feria se lo indicaba junto a los demás niños. Lo juro, lo tengo en las fotos del móvil y por eso puedo probarlo. No me ha pasado nada tan importante en toda la Feria. Sólo los padres que se dejan la espalda y el bolsillo, a tres euros cada cacharro, para grabar en medio de esa locura casi psicodélica la sonrisa de sus hijos en su recuerdo podrán entenderme. Y yo, al fin, entender a mis padres. Círculo cerrado, uno más…

Niños sin Feria

Otra cosa es que haya niños que no puedan pasar una noche en la Feria y padres que no tengan para subirles en los cacharritos, y que nadie se haya planteado resolver eso. Asuntos sociales de distintas administraciones deben tener detectadas a familias en riesgo de exclusión y pobreza, a niños que no comen bien en casa, incluso, y por eso se decidió que en las escuelas tuvieran al menos comida y merienda controladas al día. En su día ya pregunté qué ha pasado con la comida de esos niños sin escuela en verano. Ahora recojo la inquietud de Mercedes, enfermera en Carlos Haya que me llamaba por esos niños en plena emisión en directo De Feria en 101 Tv. Ella es esa ciudadanía preocupada por sus semejantes y porque se potencie y conserve lo que mejor caracteriza a su ciudad. Repasando la Feria cuando estaba en el Parque en el año 1967, gracias al amor a Málaga del productor José Enrique Sánchez y su afán por atesorar esas películas, comprobamos cómo las peñas se encargaban de hacer vivir una noche de feria a los entonces llamados «niños pobres». De la misma manera que la caseta municipal El Rengue hace una labor valiosa con personas mayores de los distritos de la ciudad, haciéndoles vivir la feria, ¿no se podría hacer algo con esos niños que no pudieron subirse anteanoche con el mío en ninguno de los cacharritos donde él sí se subió?…

¡A 2 euros!

Y por qué el autobús a la Feria vale dos euros. No han dejado de pararme familias que se sienten estafadas, y el teléfono del programa se ha llenado de chumbos con espinas por ese asunto. El llamamiento ‘Ven a la Feria en Bus’ choca cuando, supongamos, una familia con dos hijos debe gastarse en la ida y vuelta a la Feria 16 euros viva donde viva. Quizá más o casi igual que en un taxi si no viven muy lejos. El autobús es un servicio público destinado a evitar la desigualdad que provoca en la movilidad una menor renta. Y si la Feria es la fiesta de todos, no parece la mejor manera de fomentar su disfrute encarecerle el transporte a quienes menos tienen. Quizá los números no salgan en términos de rentabilidad económica, pero cuándo lo público se decidió desde esa rentabilidad. El ciudadano cumplidor acostumbrado a derroches y malos usos del dinero que él aporta a las arcas públicas mediante impuestos directos e indirectos no puede entenderlo. Se imaginan poder ir gratis a la Feria. Yo sí… Porque hoy es sábado.