El Orellana ha cerrado. Dicen que ya no había clientes, que había bajado la facturación y que el juzgado les ha dicho que aire, que vayan cerrando que deben agua en Loja. ¡Qué jodido! Con lo complicado que era entrar un fin de semana por la noche a pedir una ligerita. Yo guardo un minuto de silencio para contrarrestar las horas de jarana. Y pensar la de veces que he tenido que descubrir los bares que han pasado por su alrededor porque nunca encontraba una esquina donde dejar la cerveza. Dicen que no hacían dinero. Vaya-

Seguimos perdiendo identidad. La calle Larios es la calle Inditex, la calle Granada la de las franquicias de yogures y helados, la calle Nueva la de las zapaterías. Liborio García es la calle del Zara. ¿Qué nos queda? La Antigua Casa de Guardia y cuatro o cinco cositas más. Mi generación y las siguientes han cambiado el Orellana por los McDonalds y La Sureña. Es lo que hay, qué le vamos a hacer.

Tendremos que acostumbrarnos a descubrir la neococina en vez de quedar en el Centro a comer cosas pringosas. Ay, ¡qué tristeza! Que se nos ha ido el Orellana. ¿Dónde iremos ahora en las tardes de finales de diciembre, Emilio? Bajo la mirada y reflexiono... Siempre se van los mejores. A la ligerita estamos convirtiendo Málaga en la Franquicia del Paraíso. Y aquí no hay culpa de políticos, aquí es todo culpa nuestra, de dejar que mueran nuestras cosas. Que ya sé que no se puede obligar a nadie a beber cerveza y comer sabediosquécosas en un sitio estrecho e incómodo, teniendo enfrente un sitio donde los camareros parecen muchachos vestidos de boda, pero es duro-

Yo tengo mi rinconcito, igual que vosotros tendréis los vuestros. Aunque esto parezca un anuncio de la Coca-Cola ¡Benditos bares! Confesionarios callejeros ¡Vivan los bares!