Los trabajadores del aeropuerto se juegan la vida para ir a su trabajo

Se conocían hace algunos días los buenos datos turísticos de Málaga y España durante los meses más fuertes de la temporada estival. En ello ha jugado, como siempre, un gran papel el Aeropuerto de Málaga-Costa del Sol, principal puerta de entrada de los turistas y del que siempre han presumido las autoridades locales y autonómicas.

Tanto los buenos datos turísticos, como ese engrandecimiento de la instalación aeroportuaria malagueña se ha debido, como en tantos otros órdenes de la vida, a los trabajadores que lo sustentan con su esfuerzo. Pues son tantas las facilidades que se le ponen a los turistas para que se lleven una buena imagen de Málaga, como las dificultades que tienen estos trabajadores para acudir cada día a sus puestos de trabajo.

Es espeluznante ver cómo en la zona de acceso al mismo es constante el goteo de viandantes en plena carretera, atravesando medianas, pasando al lado de coches a cierta velocidad, saltando quitamiedos o esquivando zonas de obras. Parece, también como en otros tantos ámbitos de la vida, que las autoridades van a esperar a que ocurra un atropello mortal o grave para echarse las manos a la cabeza o reaccionar.

En las múltiples planificaciones de ampliación y mejoras de este aeropuerto, ¿alguien pensó en los trabajadores?, ¿alguien pensó en que eran ellos los que sostienen esta instalación y hacen todo lo posible para que el turista se encuentre todo a la perfección? ¿Aena, Junta de Andalucía, sindicatos…?

Cierto es que existen multitud de aparcamientos del propio aeropuerto en los alrededores de las terminales, pero todos para hacer negocio, no para prestar servicio, además de ceder gran cantidad de plazas a las empresas de alquiler de coches. Muchos serán los que digan que los trabajadores podrían aparcar en estas plazas de pago, pero convendrán conmigo en que los salarios no están como para dejarse la mitad en ir a trabajar.

Otros serán los que afirmen que también pueden usar el transporte público o planificarse para ser llevado y recogido al puesto de trabajo, pero también convendrán que no todas las circunstancias personales pueden concurrir en estas soluciones, por diversos factores como horarios, distancias, cercanía a paradas de tren…

¿Tan grande es el afán recaudatorio de las autoridades que no han podido planificar o ceder un número de plazas con acceso restringido para los trabajadores? Sería bueno, al menos, iniciar un diálogo para ver la viabilidad de posibles soluciones, antes de que se produzca alguna muerte y un daño irreparable a la imagen del Aeropuerto.

Luis F. Prieto. Málaga

Mísera vejez nos espera

Pese a quien le pese, constituimos una vieja nación y un pueblo viejo. Y eso a veces nos traiciona cuando, como ahora con el asuntillo de Gibraltar, nos aflora un ancestral orgullo que no acertamos a reprimir. Porque en realidad, como nos advierten tantos ilustrados de dentro y de fuera, a quienes más perjudicamos con nuestra intolerante actitud es a nosotros mismos, a nuestros trabajadores y a los solidarios compatriotas que van allí a comprar tabaquito y chocolatinas.

Pero ¿acaso nos parece razonable que unos pobretones que ni siquiera hablamos en inglés, entorpezcamos el paso hacia sus modestas moradas en Sotogrande y demás humildes destinos, de los laboriosos señoritos que nos dan de comer? Lo que nos toca otra vez ante ellos es recular y -cual monas del Peñón- mostrarles nuestra hospitalaria grupa; que no todo el mundo tiene la suerte de contar con unos ocupantes tan ricos y distinguidos. Así que todos en formación y vestiditos de camareros, han reservado en la UE sirviendo bebidas fresquitas a los marineritos de la Royal Navy de HM the queen (¿te da cuín, fistro cobarde?). Y por favor, dejemos de mencionar lo de cerrar la Verja o cositas parecidas, que todo eso recuerda a Franco y a la Inquisición, y da mucho miedo. Si fuéramos un pueblo menos ingrato, andaríamos besando no ya por donde pisan, sino hasta por donde rebotan los huesos de aceitunas que escupen en nuestro suelo toda esa buena gente que tanto nos ha querido, ayudado y respetado. Y para comprobarlo, ahí está la historia.

Manuel Villena Lázaro. Málaga