Uno de los autores que mejor se expresan sobre el caos en la Red es el neoyorquino Jaron Lanier. Informático, compositor, artista visual y escritor de culto entre los seguidores de las nuevas tecnologías, Lanier llegó antes que otros a ese mundo y a él se debe, por ejemplo, la popularización del término «realidad virtual». Cuando habla de fracaso histórico en internet o alerta sobre el modo de proceder del rebaño digital conviene estar atentos porque sabe en realidad lo que está diciendo.

En su último libro «Who owns the future?» se refiere al seísmo en la Red que ha traído consigo la gratuidad de los contenidos informativos y a la escasa rentabilidad que le están sacando los encargados de producir esa información, de la que los intermediarios parásitos (Google, Yahoo, Microsoft, redes sociales, etc...) se benefician creando una especie de oligopolio a costa de los periódicos y otros medios. Éstos no han tenido más remedio que meterse en un callejón sin salida acuciados por la homogeneización. Para ilustrarlo, Cristian Campos escogía no hace mucho en un artículo el vocablo alemán zugzwand, literalmente «obligación de mover», utilizado en el ajedrez para aquellos desplazamientos en el tablero que, siendo inevitables, conducen al jugador inexorablemente a la derrota.

Los daños económicos, éticos e intelectuales son incuestionables. En primer lugar, los previsibles puestos de trabajo que estaban destinados a reemplazar a los que se perdieron por la irrupción de las nuevas tecnologías no están apareciendo. En parte porque no ha sido tan fuerte el empuje de la llamada «información libre». El resultado, por contra, es la presencia dominante de una banalidad que hace a los usuarios consumir resúmenes de las noticias redactadas por ágrafos, titulares para poder chatear superficialmente en las redes sociales sobre cualquier asunto apremiante y la más absoluta zafiedad al servicio del que se niega a ser cliente de una información de calidad y se conforma con el ruido. En definitiva, una degradación preocupante de la inteligencia.