No sé yo a ustedes, pero a mí la frasecita de que vivíamos por encima de nuestras posibilidades me toca la moral, el alma y otras zonas menos espirituales, cada vez que la escucho para tratar de justificar esta crisis interminable que aprieta y aprieta tanto, que ya no deja respirar y está ahogando a miles de familias. Lo que sí parece evidente es que vivíamos una época de mentira, contrahecha, falsa. Obligados a pagar el metro cuadrado a precio de oro, a firmar unas hipotecas casi vitalicias o a devolver unos intereses engañosos que se han vuelto en contra de todos, incluidas las entidades financieras que facilitaban estos créditos. De acuerdo, era mentira. Vivíamos de mentira y no estoy seguro de que podamos alcanzar de nuevo esa ilusión. Pero que no nos metan a todos en el mismo saco, porque de esto alguien se ha aprovechado, y no precisamente los españolitos de a pie, a los que se les exigen la mayoría de los esfuerzos en razón de la austeridad.

Pero la austeridad, en realidad, es otra mentira. Es decir, que hemos cambiado una por otra. Era mentira y es mentira. Nos enfrentamos a una década perdida en la que lo único que aumenta son las desigualdades y la pobreza (en 2025 habrá ocho millones de españoles pobres, según los pronósticos de Oxfam). También crecerá la emigración forzosa de miles de jóvenes cualificados que no encuentran salida en su patria, a pesar del esfuerzo inversor del Estado en su formación superior para que ahora sean otros los que les saquen provecho. Y los impuestos. Los impuestos serán más altos. Y la luz, eso que no falte.

Por el contrario, bajan, y seguirán bajando, los sueldos de los que tienen la suerte de trabajar. Otra frase que me escama en una sociedad en la que tener un empleo se ha convertido en un lujo, en vez de en un derecho que dignifica al hombre. Trabajadores que trabajan para ellos y para poder pagar pensiones y subsidios de los que no tienen oportunidad de hacerlo. Cada vez menos para cada vez más. Esto terminará reventando por algún lado, ya que la reforma laboral maquillará cifras, porque aunque puede que haya acabado con la destrucción de empleo, no ha contribuido a crearlo, de momento.

El Estado del Bienestar... Hoy el artículo va de frases manidas y sin sentido, ¿verdad? Pues ya no existe ni existirá a base de tijeretazos indiscriminados. Y todo para qué. El modelo social occidental tiene sus días contados. Puede que sea un relato excesivamente pesimista, lo sé. Cuestión de confianza. O mejor dicho, de falta de ella. Laos balances fiscales mejorarán, pero a costa de toda una generación.