Twitter, como espejo de la vida misma que es, bullía en la mañana del sábado con comentarios sobre el caso Malaya y su sentencia, para muchos un fallo con condenas demasiado débiles para la organización criminal de Roca y los suyos y especialmente benévola con los concejales que formaron parte de la corporación municipal durante la etapa que gobernó Marisol Yagüe. Sin embargo, tras un análisis más reposado del fallo, y pese a que es cierto que muchas penas han sido rebajadas en relación con la petición fiscal, lo cierto es que poco más podía haber hecho el Tribunal con una instrucción tan al límite -y por tanto legal- como hizo el juez Torres y la dificultad intrínseca de probar que un determinado pago estaba ligado a un concreto acto administrativo ilegal, el cohecho más penado por la ley, en un ambiente de corrupción tan generalizaba como el que reinaba en Marbella durante los años duros del gilismo. El ponente de la sentencia, José Godino, suele decir que «se trata de hacer Justicia, no venganza», una máxima que retrata a la perfección su bonhomía y concepción humanista del servicio público al que representa, un hombre cuya tranquilidad frente a semejante mamotreto judicial ha permitido celebrar en un plazo más que razonable el juicio de la mayor trama de corrupción conocida en el país. Todo, en esta vida, depende del cristal con que se mire, pero es necesario comprender que la política de todos a la cárcel sólo nos lleva a un precipicio en cuyo fondo no hay garantías constitucionales, esos etéreos derechos que en el fondo nos separan de repúblicas bananeras y monarquías de dudoso pelaje. Roca ha sido condenado a once años de cárcel y se le ha intervenido un patrimonio de más de 100 millones de euros. Lleva ocho años entre rejas, y la historia del saqueo de Marbella no se cierra con Malaya, porque se trata de un libro con demasiados capítulos por escribir. En la Justicia no se busca la verdad material, me explicó recientemente un penalista, sino la verdad formal, es decir, una composición más o menos cercana a lo verosímil, que nunca puede ser igual que lo ocurrido. El tribunal de Malaya -gran trabajo también de Rafael Linares y Manuel Caballero Bonald- ha sentenciado que en Marbella existía una trama criminal que saqueó las arcas públicas bajo el liderazgo de Roca. Y se efectúa un gran análisis jurídico del cohecho y sus formas, lo que demuestra la dificultad legal de afinar en este terreno. Godino ya descansa con la conciencia del trabajo bien hecho y ahora Malaya ya es cosa del Supremo. Las penas pequeñas también son un castigo, y no menor. Las piras públicas y los linchamientos son cosa de otra España, que no era esta.