Parece que hay un porcentaje altísimo de gente que no comprende lo que lee. Le preguntas si le parece lógica la frase «estoy sangrando por la pata de la mesa» y no te dice ni que sí ni que no. No tiene ni idea. Sabe lo que es sangrar y sabe lo que es la pata de una mesa, pero ignora el sentido de las palabras una vez articuladas.

-¿Pero tú crees que alguien puede desangrarse por la pata de la mesa?

-¿De qué mesa?

-La de la cocina, por ejemplo.

-Bueno, podría ser una metáfora.

-¿Una metáfora de qué?

-¿Del precio de las mesas de cocina?

No nos entendemos, pero por escrito menos. Resulta curioso que esto suceda en el momento histórico en el que más se practica la escritura. Hay escritura por todas partes, parece una peste. Están los whatsapp, los blogs, la Wikipedia, los chats, los foros de internet€ A ello hay que añadir los medios tradicionales: prensa escrita, folletos, novelas, libros de ensayo o poesía. A mayores cantidades de escritura, menor comprensión lectora. Quizá sea una metáfora también de las dificultades para leer la realidad. Acabamos de enterarnos, por ejemplo, de que para fabricar una botella de agua de un litro hacen falta cuatro litros de agua. Es como si el estuche de una joya valiera cuatro veces más que la joya. O como si para criar a una vaca tuviéramos que deshacernos de cuatro. Siente uno que hay en ese dato una contradicción interna difícil de entender. Pero la afirmación viene de un tal Stephen Emmott, doctor en neurociencias e investigador. Siempre hemos entendido que aprender a leer era un modo de aprender a leerse a uno mismo y al mundo. Pero el mundo viene cada día peor escrito (no digamos uno mismo). Puede darse el caso de que uno entienda a Sócrates y no entienda la realidad. Jamás habíamos alcanzado los grados de alfabetización actuales, pero jamás nos había servido de tan poco. Aprendemos a leer, que es como si adquiriéramos unas alas, pero perdemos comprensión lectora, que es como si nos las cortaran.