Cada vez que habla sube el pan, algo que ciertamente no parece lo más recomendable siendo ministro de Hacienda. Cristóbal Montoro parece haberle cogido el gusto a meterse en charcos, como si no tuviera bastante con tratar de cuadrar las cuentas de un país que permanece en la unidad de cuidados intensivos, por mucha recuperación que nos quieran vender. Montoro ya sorprendió al personal en otras ocasiones defendiendo que el Gobierno no había aprobado una amnistía fiscal o tratando de demostrar que algunos actores no pagaban impuestos en España. En los últimos días incluso se había metido en una polémica algo surrealista acerca de la supuesta calidad del cine español. Ahora ha querido convencernos, tirando de macronúmeros, de que los salarios en España crecen moderadamente, una aseveración que, por muchas estadísticas que se cojan, resulta desmentida ante cualquier mínimo contacto con la calle. Las valoraciones de Montoro no encuentran apoyo ni siquiera entre antiguos compañeros de gabinete. Todo un exministro como Josep Piqué, actual presidente del Círculo de Economía, se ha desmarcado de sus palabras reconociendo lo que, para todo el mundo menos para el Ejecutivo, parece una completa obviedad. El sueldo real de los trabajadores ha bajado, por supuesto, tanto el de los empleados públicos, masacrados por los recortes, como el de los trabajadores del sector privado, cuyo salario está más indefenso que nunca tras la reforma laboral. Porque más allá del ramillete de convenios colectivos que permanecen congelados o la limitación de la ultractividad, las nuevas reglas del mercado de trabajo han dado carta libre a las empresas para descolgarse de los convenios colectivos por causas económicas e imponer rebajas salariales, con la amenaza de recurrir a despidos en caso de que la plantilla se niegue ¿Quién no tiene un conocido o conoce el caso de una empresa que no haya sufrido esta práctica en el último año y medio? Según los sindicatos, desde la aprobación de la reforma se han producido en España más de 2.500 descuelgues de convenios colectivos que afectaron a 150.000 trabajadores, con rebajas en algunos casos superiores al 20%. Pero las cifras reales de trabajadores a los que se les ha recortado el sueldo son aún mayores ya que en estas cifras no se incluyen infinidad de pymes donde este mecanismo se viene aplicando sin trámites que lo reflejen. Todos estos sacrificios (no queda otra) los están asumiendo los trabajadores con dolor pero con dignidad. Quizá por eso indignan aún más las palabras de Montoro, que rebosan cinismo por los cuatro costados. La RAE define este término en una de sus acepciones como «impudencia» y «obscenidad descarada». No le puede ir más a pelo. Modérese, ministro.