Hace un par de semanas expresé mis dudas sobre Susana Díaz. Llegaba a la presidencia de la Junta de Andalucía gracias a la alfombra roja que le tejió hábilmente José Antonio Griñán con unas primarias express. No era la primera vez que acertaba Griñán con una maniobra política, una virtud impropia de él. Hace dos años sorprendió a los suyos (Rubalcaba el primero) y descolocó al PP separando las elecciones andaluzas de las generales lo que le permitió al PSOE andaluz una derrota dulce pues conservó la presidencia de la Junta de Andalucía gracias al pacto con IU y pese a la losa del monumental escándalo del fraude de los ERES con varios cargos socialistas imputados o en la cárcel. Así se lo expresaron el lunes en el comité director donde anunció que dejará a Díaz al frente del partido en un congreso extraordinario en noviembre. «¡Pepe, acertaste!», fue la frase más repetidas en las intervenciones de los dirigentes socialistas. Y tanto que lo hizo. Nunca antes el PSOE andaluz ha estado más unido pese a que no gobiernan en solitario; pese a la renuncia del propio presidente, que en otra circunstancia hubiera producido una catarsis interna, y pese al profundo cambio generacional que se está produciendo en el partido y que tiene reflejo también las instituciones donde gobiernan. La operación «alfombra roja» no puede ser más que positiva para el socialismo andaluz, aunque aún debe despejar la sombra de la corrupción que atenaza a un partido que lleva más de treinta años gobernando en Andalucía.

Todo este nuevo proceso tiene una protagonista capital, Susana Díaz. Cuando llegó hace poco más de un mes a la presidencia de la Junta de Andalucía, no fueron pocos los que examinaron su currículum para pegarle un repasito debido a su juventud, a su inexperiencia en la gestión en el ámbito privado o que toda su carrera se haya construido bajo gélida mirada de los cuadros de Pablo Iglesias que adornan todas las sedes del socialismo andaluz. En este corto periodo, Díaz ha girado el discurso del partido en 180 grados, ha pedido a los suyos más gestión pues en la política no se está para dificultar aún más la vida de los ciudadanos y se ha convertido ya en una referencia clara de su partido a nivel nacional, que continúa en plena travesía del desierto tras el descalabro electoral de 2011.

Cada vez que Susana Díaz sube a Madrid a Rubalcaba le entra una úlcera de estómago. Y la fotografía en blanco y negro que representa Rubalbaca adquiere una tonalidad más sepia que remite al siglo pasado. En su presentación en público en Madrid no tuvo reparos en decir en voz alta delante de toda la cúpula de su partido lo que otros socialistas piensan pero no dicen: que el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero se erró al afirmar en su momento que aceptaría cualquier texto del estatuto que llegara del parlamento catalán. Minutos después, desarmó a Elena Salgado y a todo el equipo económico de los gobiernos de ZP cuando criticó que en plena crisis económica se le dijera (engañara) a los ciudadanos que ya había brotes verdes. Dice en voz alta lo que piensa y no renuncia al discurso que se está construyendo pese a que colisione con las decisiones que adopta la dirección federal del PSOE. Ella y su equipo, con Mario Jiménez como punta de lanza en Madrid y con Griñán guardándole las espaldas, quieren liderar el cambio generacional del PSOE en España y jubilar a Rubalcaba cuyo discurso está tan agotado como su estrategia parlamentaria. No tuvo reparos Susana Díaz en visitar a su líder efímero en Madrid un día antes de la entrevista con Mariano Rajoy en La Moncloa para recordarle que le iba a proponer al presidente del Gobierno que liderara un pacto contra la corrupción política, pese a que Rubalcaba ha roto las relaciones con el ejecutivo a raíz del caso Bárcenas. La verdad que este pacto le viene bien a los dos partidos. Tú le dices a los tuyos que no me azoten con la corrupción de los ERE en Andalucía y los míos tendrán piedad con vosotros en el Congreso por todas las corruptelas de Bárcenas, de Gürtel, de Fabra...

Y esta contundente puesta en escena de Susana Díaz ha despertado recelos y ha descolocado a los dirigentes del PP andaluz, que no intuían que en tan poco tiempo se consolidara, armara un discurso político propio y tuviera la suerte de que las cámaras la quieran. El nerviosismo es tal, que en varias provincias, y Málaga la primera, quieren cerrar cuanto antes el nombre de su candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía, operación que llevará emparejado también hacerse con el liderazgo del partido, pues en el PP la bicefalia nunca ha funcionado debido a su espíritu presidencialista. Y en esta carrera la mejor opción la representa el malagueño Juan Manuel Moreno Bonilla, que se ha autodescartado para evitar el temido el fuego amigo. Bonilla reune las cualidades precisas para que su cartel electoral pueda colgarse junto al de Susana Díaz. Joven, preparado, amable, con discurso y con facilidad para el tiro de cámara. Sólo falta que esté dispuesto a renunciar a metas mayores en el gobierno de Rajoy y patearse Andalucía como hizo durante tantos años el incombustible Arenas.

Susana Díaz ha logrado en un mes que la alfombra roja que le tejió Griñán vuele alto y sacuda las entrañas de un socialismo adormecido. Pocos lo esperaban.