Hay que ser justos. Igual que en muchas ocasiones he criticado, desde este artículo, la falta de capacidad de negociación de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Málaga, ahora hay que decir lo contrario. La solución que se ha aportado al último tramo del metro ha sido ejemplar. Ninguno estaba contento con el resultado final, lo que suele ser un indicio de que todos han cedido y se ha buscado el mejor acuerdo, no el populismo. Me quito el sombrero y espero que esa buena sintonía se mantenga.

No va a ser fácil porque por ahora tenemos el esqueleto del acuerdo, y falta terminar de vestir esa solución al último tramo del metro, que supondrá llegar soterrado hasta la Alameda, renunciar a extenderlo a El Palo y apostar por un trazado en superficie hacia el Hospital Civil. Quedan acuerdos por llegar y aristas por limar, pero no deja de ser alentador el cambio de discurso de ambas administraciones. Se acabaron las amenazas y los órdagos. Ahora todo es negociable, se puede hablar y hay una conciencia generalizada de que el bien común no se consigue imponiendo criterios u obligando a asumir unos costes insoportables. Es verdad que aquí ha tenido mucho que ver la presión de la empresa concesionaria del metro y del Banco Europeo de Inversiones (BEI), que aporta la financiación para la obra y exige la devolución de este dinero. Cuando el dinero habla, que lo hace poco, todos se ponen de acuerdo.

Hablando de dinero, queda por saber qué pasará con esa factura de 60 millones de euros que le reclama la Consejería de Fomento al Ayuntamiento por su participación en el proyecto. A los que habrá que sumar 10 millones de euros al año para mantenerlo en marcha y con unos billetes asequibles. El hueso es duro de roer en esa parte y todavía no se ha cerrado el acuerdo en este punto. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, ya ha mostrado sus intenciones, que pasan por rebajar en lo posible esa aportación. Las arcas municipales no están para esos palos. El problema es que la Consejería de Fomento tampoco está mejor y su falta de fondos les lleva precisamente a exigir hasta el último euro. Sea como sea, el resultado final seguirá siendo el mismo. El dinero podrá salir de un bolsillo o de otro, pero todo proviene de los impuestos, así que seguiremos pagando igual. Al menos, esperemos que si hemos de pagar, que el metro merezca la pena y tenga un trazado útil para ahorrar tiempo y coches en las calles.