Hace ya algunos años se pusieron de moda aquellos chistes que empezaban por «¿cuántos (lo que sea) hacen falta para (lo que sea)?». Todos aquellos chascarrillos eran malísimos pero tenían su público porque eran simplones y zaherían a alguien, que es en demasiadas ocasiones el modelo de humor preferido en el territorio hispánico, donde el humor es casi siempre un arma arrojadiza, mordiente y dolorosa.

Me he acordado de aquella plantilla chistosa al ver en estos días en la prensa la fotografía de catorce políticos inaugurando una rotonda. Eran tantos que ni siquiera cabían del todo en ella, había más políticos que rotonda, y al mismo tiempo que recordé el modelo del chiste vi meridiana una metáfora de la sensación que cunde entre la ciudadanía de que hay demasiados políticos, de que, como en la humilde rotonda, no caben todos en el solar, lo colman, lo abarrotan, se desbordan por los lados.

Si España fuese una empresa y los políticos sus empleados (que es una forma utilitaria pero no absurda de ver la cuestión, lo que nos llevaría a que el programa electoral es un contrato y su incumplimiento un fraude) hace mucho que habría sido necesario plantear un ERE y poner en la calle a una buena parte del personal, sobre todo si tenemos en cuenta su rendimiento, a dónde nos han llevado, qué resultados obtienen, cuánto son de rentables. A fin de cuentas, por aquello de la disciplina de grupo al final acaban votando todos a una, con lo que se justifica muy poco la existencia de tanto diputado, tanto parlamentario, tanto concejal, y la cosa se pone aún peor, más oscura, más sangrante, cuando entramos en el espinoso asunto de los asesores y los cargos de libre designación.

Y he caído en la cuenta, también, de que la política es la única actividad económica que en España no ha sufrido merma, a la que no le ha alcanzado el largo, despellejado brazo de la crisis. Que mientras vemos cerrar las fábricas, las tiendas, los bares, las instituciones culturales, mientras vemos emigrar a todos los que pueden, amparados en un título universitario y el conocimiento de dos idiomas, lo que les faculta para ser camareros en Alemania o en Holanda, seguimos teniendo el mismo número de diputados, de parlamentarios autonómicos, de concejales, y cuando quitan a uno inmediatamente ponen a otro en su lugar, y hay incluso a quienes les guardan el puesto un año o lo que dure la condena.

Ante una metáfora tan ridículamente realista como la de catorce políticos inaugurando una pequeña rotonda de un pequeño pueblo de Granada, todo se despeja, todo se ve más claro.

- ¿Cuántos políticos hacen falta para inaugurar una rotonda?

- Demasiados.