La burbuja inmobiliaria estalló hace ya seis años, dejándole a Málaga un empacho inmobiliario de esos que no se pasan ni con ocho kilos de bicarbonato. La (in)digestión recuerda más bien a la de esas serpientes gigantes vistas en los documentales que, tras zamparse un cervatillo, quedan inanes durante varios días antes de poder moverse de nuevo. Lo que ocurre es que en el caso del stock inmobiliario, los días se han convertido en años, y a diferencia de las nutritivas presas engullidas por boas o anacondas, las casas que se quedaron sin vender jamás devolverán a la economía provincial el dinero que se invirtió en construirlas. El Colegio de Arquitectos de Málaga ha recordado esta semana una cifra demoledora: en Málaga hay más de 40.000 viviendas proyectadas en obras -ya sea aún sobre plano o a medio construir- que han quedado paralizadas por la desaparición del mercado de compradores y por las dificultades que atraviesan las propias constructoras. Súmenle las 18.000 viviendas terminadas a las que los constructores siguen buscando salida comercial y las alrededor de 7.000 que pueden tener los bancos y se encontrarán con un tapón de casi 65.000 pisos que mantiene al sector absolutamente paralizado. Eso lo constatan los apenas 770 proyectos de nuevas viviendas que se han visado en lo que va de año, la peor cifra de la historia. Es cierto que las ventas de viviendas en Málaga han repuntando a lo largo de este 2013, pero en el sector nadie se llama a engaño: los únicos que están comprando ahora vivienda son los extranjeros pudientes, que vienen con el dinero por delante y no necesitan meterse en hipotecas. El hecho de que encontrar compradores extranjeros es una magnífica noticia -son muy loables las acciones de la marca Living Costa del Sol y la Asociación Provincial de Constructores y Promotores de Málaga (ACP)- pero insuficientes cuando de lo que se trata de es de buscar salidas para un stock tan masivo. La población de Málaga, hasta antes de la crisis, presentaba una demanda natural de 20.000 viviendas al año, hoy completamente desaparecida por el paro, la falta de expectativas de los bancos y el poco interés de los bancos en dar hipotecas. ¿Cómo se dará salida entonces a ese stock, compuesto muchas veces por viviendas de escaso atractivo comercial? Sigue siendo una pregunta sin respuesta clara, pero que pasa sin duda por fórmulas decididas que incluyan un parque público de viviendas o el fomento del alquiler. En cuanto a algunas de esas viviendas a medio hacer, el banco malo ya ha sugerido que en casos muy puntuales su destino puede ser la piqueta, como ya ha pasado con algunas viviendas en Irlanda. Sea lo que sea, la construcción no volverá a despegar hasta que el problema del stock se resuelta. Y francamente, Málaga necesita como el agua la contribución de este sector. Sin el desenfreno del boom inmobiliario, pero debe volver a carburar ya.