Es un clamor que no deja de repetirse: «Aquí no pasa nada». Muchos nos preguntamos por qué diablos no llega la esperada revuelta. Por qué la gente no ha dicho «basta» ante tanto desmadre político, económico y social. Es difícil entender cómo dejamos que nuestros políticos, empresarios y banqueros se salgan con la suya una y otra y otra vez. No nos explicamos cómo una ministra es capaz de acusar de fraude a medio millón de parados mientras el extesorero de su partido pasa los días en la cárcel y se quede tan tranquila. Tampoco se entiende que la oposición le pida cuentas cuando también está de barro hasta el cuello. Y mientras ellos se sumergen en su combate de salón, nosotros seguimos aquí: hastiados, sí, pero sin hacer nada. Se nos llena la boca -y la vida- de quejas. Que si estamos desencantados con la clase política, que si todos son iguales, que si lo único por lo que miran es por su sueldo vitalicio y sus dietas... Lo que ocurre es que, entre lamento y lamento, ellos cargan sus errores a nuestros bolsillos. Y no pasa nada.

Aunque, bueno, sí que pasan cosas. Y muy preocupantes. Pasa que mientras uno de cada cinco españoles vive por debajo del umbral de la pobreza, el número de millonarios crece en 47.000 personas en el último año y el presidente del Santander se entretiene diciendo que a España está «llegando dinero de todas partes». Pasa que un alcalde inhabilitado por cohecho se declara mártir de la justicia y su sucesora sostiene que ni siquiera Dios le hará ver la culpa de su colega. Pasa que vivimos tiempos en los que una alcaldesa no permite que en su feria se escuche música que no cree adecuada y otra quiere que los músicos callejeros pasen una audición. Pasa que un colegio no deja que un alumno transexual acuda a clase con uniforme femenino. Pasa que un artista no puede decir que siente vergüenza de ser español sin que pierda los contratos que tenía cerrados. Pasa que una exministra de Cultura que mutiló el acercamiento de la industria del cine a las plataformas digitales puede quedar finalista del premio literario más prestigioso del país a los dos años de dejar el cargo. Pasa que hay concejalas de distrito que si les dices que una calle está hecha unos zorros te responden que eso le corresponde a urbanismo arreglarlo; y si les dices que hay tres personas durmiendo en un portal, te sueltan que es cosa de los servicios sociales; y si les informas de que roban frente a tu casa, te aconsejan que llames a la policía; y si les cuentas que los niños no están seguros en el colegio, te saltan con que esos temas dependen de otra administración, y si les invitas a la galería del soho -mal llamada centro de arte-, se ponen histéricas porque no saben lo que ponerse. Como ven, no dejan de pasar cosas sin parar. Lo que no pasa es la determinación colectiva para que dejen de pasar.