El ejemplo es siempre el mismo. La diferencia entre una buena arma y una arma buena. Una «buena pistola», literalmente, es la que dispara sin problemas, la que no falla, la que no se encasquilla, la que mata bien. Los policías y los delincuentes matan por tener una «buena pistola». En cambio, podría decirse, de una forma un poco chusca, que una «pistola buena» es la que no es capaz de matar ni siquiera de herir a nadie; la que se encasquilla cuando más falta hace. ¿Quién quiere tener una «pistola buena» incapaz de hacer daño? Los americanos, por ejemplo, aman las «buenas pistolas» porque no quieren arriesgarse a fallar cuando tienen que tirotear por las buenas a los niños de un colegio o a los pacíficos vecinos de una urbanización. Se horrorizan al pensar que la pistola, una «pistola buena», les va a dejar en ridículo. Con los rifles, que son sus armas preferidas, les pasa lo mismo. Si son «buenos rifles» matarán divinamente. Si son «rifles buenos», fallarán justo cuando tengan que disparar a unos probos e indefensos ciudadanos que pasan cerca de sus chalets.

En esta metáfora, no ciertamente apropiada, intento situar en planos similares a las pistolas y al periodismo. El buen periodismo es el que evoluciona sin perder su esencia. El periodismo bueno es el de siempre, obsoleto, antiguo, involucionista. Ejemplo de buen periodismo: The New York Times, cuyas últimas portadas no dan ya noticias del día anterior, como ha sido habitual desde siempre en la prensa escrita. Ahora, lo que hace el famoso rotativo neoyorquino es dar en portada temas de elaboración propia, aunque la información sobresaliente que arrastre del día anterior no deja de publicarse, si bien en páginas interiores. Se trata de una revolución, de un invento pensado con la intención de frenar la huida de lectores y atraer a otros nuevos.

A mí me parece una idea excelente. La portada -o sea, el propio periódico- deja de parecerse a la competencia. Siempre nos hemos quejado de que los titulares de las primeras planas son prácticamente iguales en los periódicos que compiten entre sí, especialmente los días de noticias importantes. The New York Times ha logrado que su portada ofrezca sorpresas informativas, nuevos contenidos, exclusivas cada día, atrayendo así a sus lectores. Supongo que el invento funcionará por cuanto una máxima periodística nos dice que el elemento esencial de la noticia es la sorpresa, lo contrario justo de los temas de actualidad que se repiten en primera plana un día tras otro.

Llevando la absurda metáfora a su ejemplo extremo, esta iniciativa convierte a The New York Times en una especie de buena pistola porque acierta en la diana de lo que exigen los lectores. En cambio, una inmensa mayoría de diarios son en realidad pistolas buenas porque yerran los tiros informativos, se encasquillan en los grandes temas y estampillan sus títulos como si fueran sellos de correos.

No me gusta mi propia metáfora. Yo mismo la veo poco acertada, pero es lo único que se me ha ocurrido cuando se acercaba la hora de entregar mi artículo. En realidad, sólo quería resaltar la idea genial de revolucionar el estilo de las primeras páginas. Todo el mundo sabe, y no sólo los periodistas, que las portadas son el escaparate de las publicaciones, donde se muestra lo mejor de los contenidos interiores. Tanto tiempo haciendo portadas que hemos creído diferentes -por valientes, por osadas-, tantos años creyendo que nuestro empeño en innovar cada día nos haría insuperables, y al final resulta que ya no vale nada de eso. Todas las tradiciones terminan rompiéndose en mi pedazos. Las portadas de los periódicos también. El talento colectivo de uno de los mejores diarios del mundo ha podido con una inercia de siglos.

Olvidemos el rollo de la metáfora de las pistolas. Convengamos, eso sí, en que existe una sustancial diferencia entre buen periodismo y periodismo bueno. Yo me quedo con el buen periodismo, aunque sepa que hoy día no es el más representativo en la España mentirosa.

*Rafael de Loma es periodista y escritor

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