Irlanda se dispone a salir del mecanismo de rescate y por tanto de intervención al que acudió tras el estallido de la crisis financiera. De confirmarse una pretensión compartida por el gobierno de Dublín y las instituciones de Bruselas -ansiosas por anotar buenas noticias a su haber-, sería el primero en darse por concluido de los cuatro rescates acordados en Europa; los otros son los de Grecia, Portugal y Chipre. Irlanda ha ejecutado el programa de reformas exigido para reducir el desequilibrio fiscal, al precio de aplicar importantes recortes a las prestaciones del estado del bienestar. Hoy en Irlanda la mayoría de la gente paga o copaga por servicios que en España son gratis, y los impuestos han crecido -aunque no el de sociedades, que con su tipo del 12,5% atrae a la isla el domicilio fiscal de empresas multinacionales -. Por otra parte, la reducción de las turbulencias que en otro momento amenazaban al euro convierte en menos difícil el acceso al crédito de mercado, aunque el FMI apuntara a principios de mes la necesidad o conveniencia de un segundo rescate para continuar saneando cuentas.

La salida irlandesa coincidiría con el cierre del rescate bancario español, ya que tanto Madrid como Bruselas ansían que así suceda y que no sea necesario ampliar la cantidad dispuesta para limpiar las instituciones financieras. Los exámenes de noviembre lo corroborarán o desmentirán. Aunque el irlandés y el español sean casos distintos -en el primero se rescata al estado, y en el segundo a los bancos-, tienen un gran paralelismo. Las cuentas públicas irlandesas se colapsaron porque el gobierno acudió prontamente en auxilio de unos bancos atrapados por la crisis del ladrillo; por lo tanto, el rescate al gobierno fue un rescate indirecto a la banca. El gobierno español, en cambio, ignoró e incluso negó los desequilibrios hasta que la mayoría de cajas de ahorros saltaron por los aires, y ha tenido que pedir el rescate para limpiar lo que queda del estropicio. Y tras ambas crisis, el mismo problema: no tanto la burbuja de precios de la vivienda, que ha sido un fenómeno común a muchos otros países -en el Reino Unido subió más que en Irlanda y España- como la fiebre constructora, motivada en la isla por la evolución diferenciada de su curva de natalidad, que llevó a un fuerte incremento del número de jóvenes en edad de emancipación. En ambos casos, la paralización del sector creó problemas de mucha mayor dimensión que en otros países, y por lo tanto más difíciles de solucionar.

Saneada la banca y los déficits en camino de reducción, ambos gobiernos y Bruselas esperan que con el nuevo año los enfermos puedan caminar sin muletas. Pero renqueantes todavía; más el español, puesto que el irlandés va mejor en un indicador clave como el paro. Haber afrontado de cara el problema bancario en lugar de negarlo le ha hecho tomar ventaja.