De nostalgias y ritos, por Juan V. Fernández de la Gala e Isabel Calvo Donoso

Como visitantes, ha sido muy grata la impresión que nos ha causado la ciudad de Málaga, sus nuevos espacios junto al mar y su oferta cultural tan estimulante. No obstante, nos gustaría dejar constancia también de nuestra sorpresa ante unos vestigios arqueológicos que no esperábamos encontrar. Un grupo de once personas, adultos y niños, acudimos a la eucaristía dominical de las 10 de la mañana en la Basílica de la Catedral y nos encontramos con el pedregoso latín eclesiástico de un venerable celebrante y de una religiosa que, al micrófono, era la única en dar respuesta a la perorata. Los adultos pudimos, al menos, cazar algún latinajo del Bachillerato perdido en la resonancia de los muros, pero los niños naufragaron por completo y hasta hubo que indicarles el momento de la consagración, cuándo teníamos que rezar juntos el Padrenuestro y cuándo saludarnos con el rito de la paz. ¡Qué lejos parecía aquello del lenguaje cercano y vivo de Jesús de Nazaret! Acostumbrados a celebraciones eucarísticas mucho más cercanas, hasta a mi hijo más pequeño se le ocurrió preguntar: «Papá, ¿por qué hablan como en Harry Potter?».

A ellos les pareció un galimatías divertido y una más de las curiosidades de la ciudad, como los platos cantados en el restaurante El Tintero. Pero a nosotros, honestamente, nos pareció el retrato perfecto de gran parte de la Iglesia actual: apartada del mundo, habla un lenguaje ajeno al mundo y vive de espaldas a las preocupaciones de los hombres y las mujeres de hoy. Ojalá el papa Francisco sea capaz de renovarla por dentro y por fuera. Respetamos que los integristas o los nostálgicos puedan celebrar, si quieren, sus ritos en la hermosa sonoridad de las lenguas muertas. Pero a quienes preferimos dejar a Virgilio para la intimidad y ser parte activa de la Iglesia viva y cercana que se gestó en el Concilio Vaticano II, nos gustaría que se nos anunciasen previamente y con claridad este tipo de reivindicaciones fundamentalistas con las que de ningún modo comulgamos.

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