Cada país tiene el cine que se merece, o sea, el cine para el que da de sí, y nadie puede dar lo que no tiene. Hay un cine minimalista al alcance de todos, y ahí se juega el talento, o si se quiere la calidad en sentido puro, pero el gran cine es a veces una mezcla de calidad y cantidad, de sensibilidad y espectáculo, algo parecido a lo que sucede con la ópera. Tal vez sólo la industria del cine americana pueda hacer una película como Gravity, un espectáculo total de imagen y sonido, del que tira una épica un tanto elemental (como es siempre la épica), en la que se mezcla la de una simple existencia humana con la de la misma humanidad. Quizás no sea sólo cuestión de capacidad técnica y artística sino de falta de prejuicios para echar mano de esa épica-ética tan simplista como arraigada en el fondo de nuestra condición, y elevar su tono hasta lo sublime (igual que también hace la ópera).