Sánchez Maldonado también ve brotes verdes

No es solo el PP y sus incondicionales quienes aventuran nuevos y más boyantes tiempos para la economía española. Los buenos augurios lo hacen asimismo patentes los socialistas y, en concreto, referidos a Andalucía y Málaga. El consejero con la cartera rimbombante de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo de la Junta de Andalucía acaba de anunciar su fórmula mágica para salir del atolladero económico en el que nos debatimos. «Más inversión pública y que el crédito fluya como la sangre por el tejido productivo», condiciones sine qua non para hacerle morder el polvo a la malhadada crisis que nos agobia.

Pienso que Sánchez Maldonado no ha dicho nada nuevo y que esta formulación de su deseo es algo archisabido por todos;tampoco es novedoso el empeño de hacer sobresalir Andalucía echando mano a su «dinamismo empresarial e internacionalización de las empresas», entre otros elementos en los que somos punteros, como parece que es la competitividad. Esta última, cerrando la abertura de balanza de pagos, ha sido posible merced a la feroz bajada de salarios, la cual transmitiéndose a los precios ha facilitado que nuestros precios sean más atractivos en el exterior -si acaben de serlo en el interior, cuya salida no dejan de ser un problema serio para las empresas carentes de inversión- haciendo remontar a las exportaciones. Pero no sería un desatino pensar que una vez recobrado el equilibrio las cosas continuarían por la senda por las que transcurrieron siempre: la balanza comercial volvería a darnos las espaldas.

Por otro lado, el FMI insiste en que, en contra de los pronósticos halagüeños de nuestros políticos, incluidos los del consejero andaluz, los cuales tienen ya la mirada fija en la lontananza de los comicios europeos y autonómicos próximos, no levantaremos cabeza hasta 2018. «¡ Cuan lejos me lo fiáis,amigo Sancho!», que dijo el Quijote. Pero es lo que hay y no es traidor quien avisa. La realidad es tozuda y es la que es. En esta tierra de María Santísima, como ocurre en el resto de España, no acabamos de asomar la cabeza en el hoyo en el que nos hundimos ha tiempo. El paro se sitúa por encima del 37%, el más alto del país, y habla a las claras de un territorio deprimido por mucho que, como decimos en Ronda, quieran pintarnos la mona. Obras públicas paralizadas, los servicios sociales renquean y un millón de personas -tres en España- sufren las acometidas de la más severa de las pobrezas.

Mirando las cosas tal cual los argumentos de una próxima recuperación se nos antoja que se disuelven como azucarillos en el agua.

José Becerra. Málaga