Así parece que está el país cotidianamente. Y así de indignado me lo aireaba un amigo; treintañero, viajado, leído, formado e instruido. Harto de tanta pelea, falta de consenso y chirigota nacional, del «que si tú más» y el erre que erre. «Este país está en perpetua guerra civil», se quejaba. Instantáneamente le copié la frase para la tribuna. La raíz de muchos de los males que nos aquejan (especialmente los estructurales y socioeconómicos) parecen provenir de esa atávica caja de Pandora, que aúlla con grito ibérico y beligerante. Un mal transversal, feo y distorsionante allá donde mete sus zarpas. Resulta, que nuestro día a día, desde hace mucho tiempo (y hay que decirle ya ¡basta, por el bien de todos¡) gira en y con esos heroicos furores cainitas y bandoleros. Desde la tribuna del Parlamento, pasando a los plenos municipales (versión «te reviento la boca» incluido), las comunidades de vecinos, las redes sociales y las consecuencias de las sentencias de los tribunales europeos entre otros muchos. Por algo el genio de Goya nos ilustró a la perfección en su «duelo a garrotazos». Óleo con escena cainita y bárbara de dos tipos dándose hasta la extenuación y la muerte. Sin padrinos, cuenta de pasos, garrotes como armas. Sin reglas ni protocolo. Conmigo o contra mí. A pelo, para que perder más tiempo. Hasta la aniquilación, da igual quien pudiese tener o no la razón. Esto es lo que tiene ser del terruño. Hubo uno, un tal Amadeo de Saboya, llamado de urgencia por el parlamento (allá por el siglo XIX); para venir al trono de España a solucionar mil y un problemas provenientes de seis crisis de gobierno, bancarrota y la de Cuba por medio. Pues bien, salió escopetado por el clima continuo de crispación exclamando: «Esto es una jaula de grillos», es de locos. Alcurnia italiana, la de Turín y fino bigote, pensaba el pobre que podía solucionar él, la inercia de siglos. En su renuncia, una frase que podía describir perfectamente nuestro día a día: «Todos invocan el dulce nombre de la patria; todos pelean y se agitan por su bien, y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública€».

El de Saboya lo clavó. Para él y para la posteridad. Esto de la Constitución de 1978 quedaba aún muy lejos, y entre medias una cruenta guerra civil, absolutismos que iban y venían, reformas de ida, de vuelta y unas cuantas dictaduras. Cuestión de polos opuestos. De blanco o negro. Del conmigo o contra mí. Y así estamos, con las contradicciones de un 60% de paro juvenil y el ¡dinero que viene a espuertas! Fashion total. Cainismo irracional antropológicamente gregario, anarcotradicional y del alcoyano en las barras de los bares. Algunos dicen que esto es surrealismo. Otros que Spain is different. Sea lo que sea, es complejo de llevar. Posiblemente sea aún más difícil de solucionar. Y urge arreglarlo. La distribución de la riqueza, la igualdad, el estado de derecho y una sociedad digna (para simplificar, y entre otros muchos) esta íntimamente relacionado con una necesaria, y básica decencia y cooperación institucional y civil. En su momento no entendí bien a

Gasset, pasa como con El Quijote, se entiende y se ríe uno cuando ya ha visto algo de mundo. Pues bien en su España invertebrada (ni que al pelo como está el asunto ahora). Ortega partiendo del concepto de decadencia, denunciaba la deficiente estructuración (y los daños estructurales causados en la sociedad) causada por unas minorías selectas. Clamaba en el desierto, cambiar cuanto antes de trayectoria histórica para modernizar, regenera el país. Para erradicar de una vez esa pobreza material y moral que lo acosaba diariamente, por particularismos enfrentados, separatismos desintegradores, por esa España invertebrada. No son palabras mías. Eran del propio Ortega y buena parte de esos regeneracionistas, que uno detrás de otro fracasaron en su intento idealista de sacar a España de ese pozo que aplastaba la libertad y el progreso.

Y anteayer fue el día internacional de las bibliotecas, esas que nacen con frases como «un lector vive mil vidas antes de morir, el que no lee, solo vive una». Y entre que la educación y la cultura posiblemente sean de las pocas salidas que tengamos para salir de esta inercia histórica (como clamaban de nuevo los regeneracionistas), nos encontramos con que el asunto está como gato panza arriba. De uñas. Y con 21% el IVA, facilidad al consumo se llama. Y luego resulta que todo es mucho más fácil. Un ejemplo; al bajar las entradas de los cines, se salda con cifra récord. Un millón y medio de personas en tres días. Pues así todo. Es cuestión de oportunidades. Si existiese un sueldo interprofesional digno, un 7% de paro, civismo y una sociedad vertebrada, ya verían como no existirían los garrotazos de Goya ni las trifulcas del Congreso, ni los que «te reviento la boca» al salir de los plenos. Todo sería más fácil. Claro. Si existiese todo eso, posiblemente no seríamos España. Lo que da para pensar, ¿qué es antes, el huevo o la gallina? Da igual, pero soñaría con ver algo de concordia y prosperidad a mí alrededor. Lo necesitamos. Al final tendremos que llegar a esto por el camino del amor, al más puro estilo Ghandi. Ojalá.

*Javier Noriega es presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios (AJE) de Málaga