La Junta de Andalucía ha emprendido una campaña a lo militar soviético, esto es, con artillería pesada por todos los frentes, para conseguir que los andaluces perdamos peso y nos convirtamos en esas tipas y tipos espigados que se ven en las estampas de los tablaos flamencos. Quien bien te quiere te hará llorar. Cuando en casa me hacían llorar de pequeño, acababa resolviendo entre, moco y lágrima, un problema de matemáticas, o memorizaba un verbo en francés, o nunca más olvidaba que existía una hora inamovible para la cena en familia, que también era una lección a su modo. Cuando un político nos hace llorar es que se ha equivocado. Así, la falta de economistas solventes, o de ministros, incluido el primero, que atendiesen las recomendaciones de los economistas solventes que deben poblar el Ministerio, provocó la ruina de un Estado que no sólo ha tenido que bajar el sueldo a sus trabajadores varias veces, sino que ahora ni tiene dinero para invertir en que el motor arranque, ni para afrontar sus obligaciones con la ciudadanía. Un mal político es un maltratador de esos que pretenden estar a tu lado en todo momento, que no quieren irse de casa hacia unas calles inciertas y que, además, te hacen llorar todas las veces que pueden, sin que la víctima aprenda nada en realidad. Y en estas, arrecian los anuncios que promueven una dieta sana y hacen una exaltación de la salud, de la corporal claro, que la mental y anímica es otra cosa. Pasa desapercibida para la mayoría de los médicos, y más infartos genera el sufrimiento que nuestros pésimos dirigentes provocan en la población por la que en teoría velan. Era verdad lo que Don Antonio Machado decía, una de las dos Españas ha de helarnos el corazón. La estatal, o la autonómica. Incluso ambas. Como un cónyuge y una o un amante maltratadores a la vez. ¿Imaginan? Ni María de la O. Pues así estamos. Y ahora la Junta desencadena la guerra contra los kilos de más y las tallas a las que sobre una X en la etiqueta.

No sé si se habrán coordinado, o es simple causalidad, pero en California donde si no puedes vestir un tanga sobre patines no eres nadie, han tomado los mismos caminos que la Junta pero por senderos californianos. Han regresado a la dieta neolítica y se están metiendo unos filetones de buey con verduritas y fruta, pero sin azúcar ni harinas, que quitan el sentido. Según explican los médicos de allí, las grasas son buenas. Estoy de acuerdo. Lo que se lleva el corazón por delante son los disgustos y de esos, reitero la cuestión, ya se encargan nuestros gobernantes. Nunca vi a nadie morir de alegría. Este interés por que la ciudadanía luzca en cualquier foto como modelo de pasarela puede responder a varias intenciones de la Junta; como las tres hermanas de la canción, ninguna buena. Perdónenme. Es cierto que a los trajes regionales, aquellos que reinventaron los coros y danzas de la falange, no les va la barriga. Piensen en la chaquetilla del Tío Pepe, que está por todas las carreteras, y pónganla sobre una botella de vino italiano, redonda y cubierta de palma. Un vestido de faralaes puede semejar una lechuga al revés que baila. Tampoco la panza sienta bien a los nazarenos que cuando están gordos parecen una procesión de conos e incluso de pirámides de Egipto. Dada la desindustrialización que nos atenaza, y la incapacidad para que ciertas zonas del centro geográfico andaluz se organicen en estructuras productivas que vayan más allá del asalto a supermercados, tal vez, la salida que la Junta pretende para los habitantes de esta tierra sea la de figurantes en un escenario perpetuo para turistas de parque temático. Por otro lado, si nadie gasta en comida, o mejor si la compra cambia el jabugo por una achicoria, la actual pérdida de poder adquisitivo ni se nota, con lo que aún se pueden dar tres vueltas más a las clavijas, antes de que el ciudadano reviente. Vamos a estar sanos y atléticos para que la jubilación se inicie el mismo día de nuestra muerte. Quien bien te gobierna no te hace llorar. Ni adelgazar.

*José Luis González Vera es profesor y escritor