Inmersos en el final de un octubre cálido y ventoso, se celebra estos días la Semana de Prevención de Incendios en Málaga cuando los partidos mayoritarios de la urbe -la clase política- están que arden enfrentados por los últimos acontecimientos donde alcaldes del PP de la provincia han protagonizado todo un ejercicio de trabajo de campo -actividad de ganadería brava- con la presidenta de la Junta de Andalucía. Este acoso, que no terminó en derribo, de los populares ha escaldado las fricciones sempiternas de las dos coaliciones que llevan estigmatizados el desencuentro en cada movimiento que realizan en un tablero al que llaman política, donde el ciudadano observa perplejo y contrariado el sinfín de pugnas de nuestros próceres, aumentando el desconcierto que persiste en esta compleja coyuntura. Cuando unos ven «normal» esta forma de pedir una cita a la primera mandataria de la comunidad autónoma; los otros solicitan la comparecencia para hoy del ministro del Interior sobre lo que tildan de «acto de intimidación»€ Discordias y más conflictos: lacerante.

Compendiando la escena nada ejemplarizante, que tanto sus defensores como sus detractores la desdibujan con argumentaciones anodinas sin contribuir en nada a calmar los ánimos, por sí ya muy crispados, de la sociedad malagueña, y para bruñir este episodio dantesco, voy a perfilarlo con unas líneas surrealistas al más puro estilo de Paul Eluard. Así, se puede interpretar con los versos del poeta cuando escribe La Única: «Ella contaba los minutos sin dormirse»; concluyendo el acto con la evocación de su poema La desnudez de la verdad que comienza: «La desesperación no tiene alas». El décimo aniversario del museo Picasso eclipsado y Málaga en los informativos nacionales por otra pelea de corrala. ¿Comprenden algo? Yo sí: es lamentable.