El análisis postrero de un partido de fútbol depende demasiado del marcador como para ofrecer una visión más justa que oportunista de lo que sucedió en él. Con frecuencia nos preguntamos si las conclusiones no serían distintas de haber entrado aquel balón que pegó en el poste en un momento crucial de la contienda.

Pero dejemos al lado las contingencias y vayamos a los hechos. Todos, o casi todos, coinciden en que Ancelotti se equivocó de planteamiento táctico el pasado sábado, y que ello le costó al Real Madrid la derrota frente a su gran adversario, el Barcelona, al haberle cedido generosamente la iniciativa en el primer tiempo del encuentro del Camp Nou.

En su primer choque frente al eterno rival, Ancelotti pecó, según la opinión más extendida, de conservador, por alinear a Sergio Ramos en la medular para presumiblemente ganar músculo a cambio de renunciar al orden y a la salida de balón. ¿Chi lo sa? Mourinho, en similares circunstancias pero con una alineación atrevida, encajó en su debut la famosa manita. A partir de entonces se apuntó a la teoría predicada por su amigo Ferguson de que perder por cinco a cero una vez es mucho mejor que hacerlo por uno a cero cinco veces, y decidió ponerse manos a la obra hasta tomarle la medida al Barça. En algunas de estas ocasiones, alineó a uno de sus centrales, Pepe, con diferentes resultados pero siempre con críticas de sus detractores. El brasileño, en cualquier caso, ya había jugado de medio de cierre con la selección portuguesa en tiempos de Queiroz.

Ahora bien, aplicando el sentido común es fácil llegar a la conclusión de que pudiendo disponer entonces de Xabi Alonso u hoy, en su defecto, de Illarra, hay algo estrafalario en alinear de registas a Pepe o Sergio Ramos. Con el precedente de Mourinho resulta hasta obligado sospechar que Carlo Ancelotti se inspiró en el portugués y que si eligió a Ramos en vez de a Pepe como mediocentro fue para evitar in extremis la más odiosa de las comparaciones.

No se puede decir, sin embargo, que el Madrid regalase los tres puntos del sábado a su rival por simple conservadurismo. Hay algo más que se puede extraer de ello. El capricho de colocar a Ramos en vez de a Illarra, un clon de Alonso, porque en un clásico el sevillano no se puede caer del once, incluso encontrándose como se encuentra en una preocupante baja forma, y hacer lo propio con Bale en el centro de la delantera, responden más a un cambio de esquema improvisado para contemporizar que a un perfil, como se dice coloquialmente, amarrategui. Es sencillamente un despropósito.

Si Ancelotti quería alinear a Bale podía haberlo hecho en su puesto natural de lateral izquierdo, donde Marcelo acostumbra a ser prescindible en los choques frente al Barcelona. El otro día lo demostró persiguiendo la sombra de un Messi que se marcaba a sí mismo. El primero en no entender que le alineasen de delantero centro fue seguramente el propio futbolista galés sumido en la incertidumbre que él mismo proyecta y el elevado precio que el Madrid pagó por el.

El orden natural del fútbol que impuso Illarramendi en la segunda parte y un fogonazo de Benzema sirvieron para poner de relieve que los experimentos es mejor hacerlos con gaseosa. Y con ello, el Madrid estuvo, pese a todos los pesares, a punto de darle la vuelta a un partido en el que, de suceder así, sería el Tata Martino el protagonista por haber sustituido a Iniesta dando entrada a un futbolista tan mediocre como Song. A veces cuesta entender a los técnicos.