Dicen que ya tenemos que sacar del baúl de la abuela la ropa de la nueva temporada, aquella que guardamos pensando que cuando la tuviéramos que volver a usar ya habría pasado la crisis. Pero no, la muy puñetera nos agobia sin piedad, sobre todo a los matrimonios jóvenes que no saben qué hacer para saciar el apetito de sus cachorros. Dejad de llorar, amigos, no hay mal que cien€ mil años dure.

Yo soy optimista, creo que a pesar de lo mal que estamos, no volveremos a estrenar tres veces un mismo vestido, como nos ocurría allá por la mitad del siglo pasado. Claro que nuestras madres eran muy apañadas, con cualquier retal te hacían un milagro. Aunque no podías evitar que te encontraras en clase una Marisabidilla que te recordara la larga historia de tu estreno. Cosas de criaturitas inocentes que ignoraban que su hazaña causaría tanta desazón que serían recordadas sesenta y cinco años después.

Ayer me pasé por mi mercado, el de El Palo, y compré un poco de cazón y almejas para cocinar una cazuelita al estilo de la abuela. Claro está que ella le daba un punto muy especial que yo no lo he conseguido jamás, pero como mis comensales no conocieron esa maravilla, no tienen con qué comparar y aplauden mi sapiencia culinaria.

Mi amiga Loli me dijo -yo intenté evitarlo, de verdad- que una amiga en común se divorciaba porque no aguantaba al marido.

Cogí el teléfono y hablamos largo y tendido: Él la engañaba con una vecina y eso no lo podía permitir. Yo le dije que, a nada que pasaran unos meses, con los excesos que estaba haciendo el interfecto, cobraría su viudedad y si lo había aguantado cincuenta años siendo infiel desde que salió de la Iglesia, unos meses más con cuernos ni lo notaría. ¡Estas criaturas no quieren reconocer que ya ha pasado su tiempo!