Hoy ando algo perdida con tanto silencio a nuestro alrededor. Éstos son días -como cada año- de comidas familiares en casa de los vivos más ancianos y ese es mi caso. Lo que me asombra es que ahora me parece que las criaturitas son más buenas que antes, cuando mis hijos eran pequeños. Claro que sus padres -como yo decía antes de mis hijos- dicen que son demasiado guerreros. Al final, ninguno llevamos toda la razón.

Ante todo, amables lectores, mis mejores deseos de paz y felicidad. Después, cuando todos estéis pletóricos, buscad el mejor trabajo del mundo porque, no os quepa la menor duda, en algún rincón del mundo debe existir, y no hay distancia demasiado grande si hay buena voluntad. No sufráis, el mío os lo regalo, una ya no tiene cuerpo para volver a empezar. No creáis que he dejado de tener ilusiones, lo que ocurre es que son diferentes. Algún día, cuando disfrutéis de vuestra séptima década, comprenderéis lo que os trato de decir.

Y el lunes llegan los Reyes Magos con sus regalos y sus caramelos. Espero que todos los aparatitos que los pequeños han pedido traigan pilas nuevas para que los inocentes no se enfaden, ellos aún no comprenden que los abuelos aún no asumimos que una criaturita de tres añitos pueda tener la necesidad de llevar entre sus manitas un teléfono móvil «de verdad». Y, con todo mi cariño, les deseo un final de fiestas lo más tranquila y feliz posible.

Hablando de hospitales, con vuestro permiso, les envío un beso muy fuerte a todos los niños que en estos días se ven obligados a estar en el Materno Infantil para «repararse» un poco. A mi nietecito Fran le deseo que se recupere pronto de este arrechucho. «¡Ánimo moreno, tú eres muy fuerte y te recuperarás muy pronto! ¡Feliz 2014 a todos!