Este artículo es más complicado que el de la semana pasada sobre 2013 porque las predicciones son siempre inciertas y aún lo son más cuando versan sobre el futuro, como decía con ironía el físico nuclear Niels Bohr. Stephen Hawking nos ha explicado que el tiempo se mueve en una sola dirección, siempre adelante, y por eso es imposible saber lo que va a ocurrir y los que pretenden saberlo son unos impostores, incluidos los astrólogos. En realidad los únicos que me merecen respeto son los aurúspices del imperio romano que desvelaban el futuro en las entrañas de las aves y luego se las comían en pepitoria o como se guisaran entonces porque siempre ha habido que ingeniárselas para vivir.

En España enfrentamos como mínimo una doble crisis económica y constitucional. La primera domina nuestras vidas y nuestro panorama inmediato. El presidente Rajoy ha dicho que lo peor ya ha pasado, que 2012 fue el año de las reformas, 2013 el de la consolidación y 2014 va a ser el de la recuperación. Me encantaría creerle. Pienso que lo peor posiblemente ha pasado pero no veo cerca la deseada recuperación porque no veo posible crear suficiente empleo con el exiguo crecimiento que se nos pronostica y sin que el dinero salga de los bancos y llegue a la calle. Me temo que 2014 será otro año difícil.

En el plano de la estructura territorial del estado, deseo más que espero que el problema catalán se encauce y sea posible evitar un choque que de otra forma nos hará perder mucho a todos. Los catalanes tienen fama de tener buen sentido y es hora ya de hacer gala de lo que les quede. Ningún gobierno va a darles lo que ninguna constitución del mundo reconoce, la secesión unilateral, y no se debe ocultar la realidad de que salir por las malas de España es salir también de la Unión Europea y del Euro. Hasta ahora las ocurrencias de los nacionalistas les han salido siempre gratis y ya es hora de que esto cambie porque si se puede ganar, también se puede perder. Se ha acabado el disparar con pólvora del rey. Si se cruza el Rubicón no hay vuelta atrás y el precio que tendrán que pagar, tanto político como económico, puede ser muy alto.

En Europa, que conmemora en 2014 con vergüenza el centenario de una guerra que dejó 8 millones de muertos, mucho me temo que seguirá faltando liderazgo porque Alemania, que debería ejercerlo, tiene un pasado demasiado complicado como para sentirse cómoda mandando abiertamente. La elecciones europeas pueden producir una alta abstención que afectaría a la representatividad de las instituciones resultantes o, peor aún, introducirán en el corazón de Europa a grupos políticos empeñados en minarla desde dentro. Pero eso es democracia también. Está en juego completar la integración europea corrigiendo lo que se diseñó mal desde el principio o reforzar nacionalismos insolidarios de nefasta memoria..

Que los americanos seguirán siendo la primera potencia mundial nadie lo duda, se diga lo que se diga. Ningún otro país se aproxima ni de lejos a la potencia intelectual (patentes, universidades, premios Nobel...), militar, económica o cultural (música, vestuario, cine..) de los EEUU, en camino hacia la autosuficiencia energética gracias al shale gas. Otra cosa es que sientan cansancio después de tantas aventuras exteriores en tan poco tiempo y quieran dedicarse a poner la casa en orden en un ambiente de gran polarización política que bloquea todas las iniciativas de un presidente en caída libre de popularidad y que querrá pasar a la historia por algo más que por ser el primer presidente negro de los EEUU.

Rusia, dirigida por un presidente nacionalista, tratará de utilizar este hueco en beneficio propio para establecer un espacio de influencia en las zonas limítrofes que se desgajaron de la URSS. Ucrania ha sido la última disputa, pero puede haber otras. El problema ruso no es su ambición sino su falta de capacidad por una población envejecida y porque solo produce materias primas. Más entidad tiene el crecimiento de China, no exenta de problemas internos mientras trata de afirmar su hegemonía en la región de Asia-Pacífico, lo que provocará un aumento de las tensiones con países vecinos que siguen el proceso con enorme preocupación. Es un escenario peligroso donde la imprevisibilidad de Corea del Norte resulta cada día más inaceptable.

La primavera árabe seguirá dando unas de cal y otras de arena en un proceso de cambio que no será ni corto ni fácil. La esperanza es que alumbre sociedades más abiertas y participativas pero con un sello propio y en las que el Islam tendrá un papel importante. A corto plazo el enfrentamiento entre chiitas y sunnitas seguirá despedazando un Oriente Medio con tres patatas calientes que ofrecen perspectivas desiguales: Siria, Irán y el viejo conflicto entre israelíes y palestinos.

De Africa, la olvidada, seguiremos sin ocuparnos salvo que alguna crisis atraiga momentáneamente nuestra atención y en Iberoamérica mejoran las perspectivas económicas y la democracia se consolida con elecciones durante 2014 en 7 de los 19 países latinoamericanos aunque pervivan populismos anacrónicos. Lo que más ríos de tinta hará correr será el Mundial de fútbol de Brasil donde repetir triunfo sería demasiado.

No arriesgo escribiendo que los pobres del mundo seguirán siéndolo y que tampoco este año enfrentaremos con decisión el problema del calentamiento global. Esperemos, en cambio, que el papa Francisco continúe su revolución en la Iglesia. Amén.

*Jorge Dezcállare es embajador de España en EEUU