Aquí utilizamos esta cucharilla especial en espiral para no romper la burbuja de la tónica que, además, es una edición limitada con aroma de jengibre afgano maridado con bayas del bosque de la Tierra Media». Amén. Booom. Reventó. La burbujita del gintónic ha explotado hace tiempo. Los bares especializados en ensaladas de pepino, arándanos, cardamomo y enebro flotando en ginebra están de capa caída. A la gente se la repamfinflan ya esas chorradas. Ahora se han mudado.

Estamos cambiando, ojo al dato, la ginebrita con quinina por la nueva moda de la cerveza artesana. Uno, amante de los culos -de botella-, se interesó mucho hace unos meses por las cervezas de autor, hechas por gente romántica y de gustos variados. La Cibeles de Madrid me despertó el interés, pero con el tiempo he ido conociendo nuevos zumos de cebada o trigo que me han ido pareciendo calcos el uno del otro. Estamos asistiendo al inflado de la burbuja carbonatada de la birra personal. Yo he hecho cerveza en casa. Soy un héroe, un entrepeneur. Incluso le ha gustado a mis amigos. Soy un súper héroe, un superentrepeneur. Mientras apura el gintónic y le da una chupadita a su cigarro de vapor con sabor a bajovientre centromeridional, el hipster de turno ya se mesa las barbas pensando en qué será el próximo paso. Qué dura empresa le depara el futuro modernil en su ardua vida de persona preocupada por la realidad pura.

Ahora nos quedan unos añitos de cervezas artesanas pegándole codazos al gintónic. Pasaremos del: «Has probado esta ginebra de Ronda con un toque cítrico» al: «¿Qué te parece esta cerveza hecha con agua de mar y aroma de boquerón en vinagre?». Para cuando alguien me haga esa pregunta espero poder responder con un sesudo: «Sin duda, querido, es lo mejor que he probado en mucho tiempo».