Empezaron las rebajas y el Centro Comercial España administrado por la gestora «Merkel Black Men S.L» se puso sus mejores galas. Los empleados vestían impolutos uniformes burocráticos, todas las plantas estaban trufadas con cartelones de 2x1 que invitaban al consumo y por megafonía se oía una y otra vez el famoso Crisis? What Crisis? de Supertramp.

Justo antes de la apertura el parking estaba lleno de coches oficiales y sus ocupantes se apelotonaban impacientes en la entrada principal junto a unos voluntarios del Banco de Votos. La espera merecía la pena. Llegada la hora el guarda jurado levantó la verja y se produjo la típica estampida con la que todas las cadenas abren sus informativos cada año. Rápidamente los ansiosos compradores se distribuyeron por los distintos departamentos según las gangas que demandaban.

En la planta dedicada a la construcción descubrí a Bill Gates y George Soros buscando una apetecible empresa en la que invertir sus ahorros, y se podían distinguir magnates rusos interesados en solares para edificar rascacielos en la Costa del Sol al mismo tiempo que en bricolaje la mejicana Cemex comparaba precios junto a un inspector de hacienda. Por su parte, en la planta de la justicia, llamaba la atención ver enzarzados con uñas y dientes a Ortega Cano, Jaume Matas y José María del Nido disputándose los restos de un indulto que estaba de oferta. En el departamento de electrodomésticos aparecieron Endesa, Iberdrola y Unión Fenosa que buscaban comprar aparatos baratos con alto voltaje para luego subastarlos.

Tampoco estuvo vacía la sección de deportes. Allí se encontraban inversores árabes ávidos de equipos voluntariosos con aficiones entregadas y contabilidades de saldo. No les importaba las competiciones en las que participaban, solo los réditos de la inversión.

A lo lejos, en atención al cliente, pude ver cómo se formaba una enorme cola. En el mostrador una paciente magistrada del Tribunal Constitucional recogía las quejas de Artur Mas y Oriol Junqueras, que llevaban toda la mañana reclamando porque el cava y la butifarra no habían sido ubicados en el apartado de comida internacional del supermercado.

En contra de la minoritaria opinión de estos dos el super funcionó a las mil maravillas. Daba gusto ver cómo se cumplían todas las reglas del marketing más agresivo. Los productos de primera necesidad como la vivienda o el empleo situados al fondo, los carros debidamente provistos de ruedas que siempre se desvían hacia las inversiones menos amortizables, ningún reloj a la vista para que el comprador no perciba el paso del tiempo ni sus consecuencias, los productos de la marca España situados a la altura de los ojos, y pantallas emitiendo continuamente el Ibex35 para evitar centrar la atención sobre las fechas de caducidad. Un poco más arriba, en perfumería, un tumulto de señoras políticas se agolpaba contra los estantes para acceder a las colonias más exclusivas fabricadas con feromonas de imputado. Triunfó el aroma a lima indecencia, la fragancia de pachulí corrupción y el efluvio de roble fraude. El ir y venir de escoltas cargados de carísimos frascos fue un no parar mientras que inexplicablemente la esencia de biznaga honestidad se quedó en los expositores.

En la parte de financiación de tarjetas de crédito varios representantes del banco malo ofrecían letra pequeña para deudas enormes y, como iban a comisión, se daban de codazos con amorales bancarios que ofertaban preferentes. En la zona de la línea de cajas un tal Montoro se frotaba las manos y exigía 5 céntimos por cada bolsa con el anagrama del establecimiento al grito de «y yo cobro. Y yoooooo cobro».

Por último me acerqué a un chino que se pasó toda la jornada dando vueltas entusiasmado por el inmueble. Por educación le pregunté si buscaba algo en especial y me contestó que no, que solo estaba viendo local para alquilarlo.

Al final del día, cuando salí del centro comercial, se me abalanzaron los voluntarios del Banco de Votos pidiendo mi desinteresada colaboración. Curiosamente seguían con los carros vacíos.

Venga señor inversor, anímese, que lo estamos dando lo estamos regalando.