Miguel Roca Junyent tiene cabeza. Hay que poseer mucha solvencia intelectual para que te encarguen librar a una infanta del soponcio de vivir a todo trapo con dinero ilícito -o sea, salvar la monarquía- siendo nacionalista, catalán, poco entusiasta de lo español y casi republicano. El pasado martes Roca escribía: «La noticia está desapareciendo en beneficio de la opinión más subjetiva. La moda ha llegado al mundo de las noticias; unas están de moda y otras no. Ahora necesitamos estar muy bien informados. Nos hace falta conocer para decidir, para debatir, para defender la propia opinión. La información puede tener color; la libertad lo hace posible. Pero nunca el color puede llegar a desteñir la noticia». Habrá otros motivos para discrepar de Roca pero en esto acierta: una gran defensa del buen periodismo.

La información veraz es límpida y esclarecedora. Los comentarios, banales e intoxicadores. Cuando el periodista pontifica y no narra, deforma y no informa. Cuando corta y pega feliz comunicados -antes por fax ahora tuiteados, qué modernidad- en vez de indagar, hace publicidad, nunca periodismo. Cuando el periodismo de rebaño convierte al informador en dichoso dando vueltas a las noticias de otros -periodismo peonza- o las conferencias de prensa -periodismo pastoril-, triunfan el aburrimiento y la mediocridad. Pierde el talento, siempre arriesgado. El seguidismo transforma en soporífera y burocrática una de las profesiones más bellas del mundo. Cuando el reportero novela y no vela por los clavos del oficio, acomodándose a las comparecencias sin preguntas, las entrevistas melifluas y las respuestas enlatadas, tiembla la carpintería. Por eso entre tanto despiste y griterío centrémonos en las certezas: los periodistas excelentes son más necesarios que nunca. Especialistas capaces, parafraseando a Bernard Shaw, de distinguir un accidente de bicicleta del hundimiento de una civilización, contarlo y situarlo en su justo término. Así están los tiempos.

El periodismo consiste, como enunciaba en 1852 The Times en uno de sus editoriales, en obtener «una inteligencia pronta y correcta de los hechos de actualidad e, instantáneamente, revelarlos para hacerlos patrimonio de la nación». Bucear en internet picando de cualquier parte y seguir las redes sociales no supone estar informado, igual que saciarse con un pincho no es comer aunque mitigue el hambre.

Afortunadamente quedan lectores valiosos como Roca dispuestos a recordárnoslo.