Pónganse cómodos que yo ya lo estoy, y Ángel también. «Me estaba acomodando, simplemente», dijo Di María el otro día cuando, tras ser sustituido por Gareth Bale en el partido ante el Celta de Vigo, el público del Santiago Bernabéu la tomó con él... Angelito, ¿a quién quieres engañar? Que el gesto del genial futbolista argentino iba dedicado a todo el graderío silbante de Chamartín lo sabe hasta Martín Casillas Carbonero. Cansado de los rumores de las últimas semanas, de las críticas por su poca sangre a la hora de calentar en Pamplona, y de la falta de minutos a pesar de su buen inicio de campeonato, Di María no se lo pensó dos veces y aprovechó la ocasión para ir sacando un billete sólo de ida para Mónaco, que es donde podría acabar jugando esta temporada, en cuanto el primer socio madridista se llevó la mano a la boca para dedicarle un silbidito de desaprobación. Cómodo en el banquillo, e imagino que en su zona noble también, el argentino no disputó ni un solo minuto el pasado jueves ante el Osasuna. ¿Au revoir?

Otro que estará buscando acomodo en el mercado laboral mientras hablamos, amigos, es el jefe de comunicación del Ministerio de Interior, Alberto Gimeno, a quien se le escapó el dedo a la hora de informar de la operación contra ETA en una nota de prensa... media horita antes de que se llevase a cabo la misma. Situación incómoda para Alberto, que ya estará echando currículos por ahí, como los que habrán echado los miles de jóvenes españoles a los que, según un informe del Centro Reina Sofía, no les importaría ni el sitio ni el sueldo con tal de encontrar acomodo laboral en un futuro cercano...

Y hasta los amigos cofrades del Lunes Santo se acomodaron, en este caso los horarios, el pasado jueves por la noche, en una reunión de la que poco o nada esperaban algunos, cambios revolucionarios otros, y que finalmente se saldó con 45 minutos de adelanto en la salida de la cofradía del Cautivo... y otros tantos de retraso en la mía, pero del trabajo. Lejos de mi sofá, lejos de mi acomodo.