Conocen a los Gasol, a Nadal, Julio Iglesias y Pablo Alborán. Los más ilustrados saben del Quijote y de que Messi juega en nuestra Liga. Van a colgar en el capitolio un retrato de Gálvez, nuestro paisano y héroe de la guerra de independencia. Han oído hablar de los boquerones y algunos han catado el vino Málaga o visitado Marbella. Vamos ahora a que se coman nuestros aguacates. La marca España, el sabor a Málaga, es un fruto subtropical de América. Eso sí que es integración. Hemos puesto nuestros mejores y cálidos campos a cultivar fruto tan ajeno y exótico antaño y tan nutritivo, agradable y combinable ahora. En ese ahora los Estados Unidos han abierto sus fronteras y franquean el paso al aguacate, que también les llega de Perú y otros países sudamericanos.

El aguacate es originario de una zona que abarca una franja del actual Méjico y Guatemala. Su nombre viene de ahuacatl que significa testículo en náhuat, una lengua precolombina. A estas alturas uno no sabe si el artículo va camino de lo gastronómico, lo cultural o lo histórico. La cosa es económica sobre todo. Se abre un gran futuro y horizonte. Las estimaciones son que supere en montante a la exportación de aceite de oliva. Lo ideal sería que combinaran. Al tejano o neoyorkino hay que decirle que aguacate aliñado con aceite es pura dieta mediterránea con sabor a América. El tercer producto malagueño más exportado a USA es el jamón serrano. No, si los yankis resulta que tienen buen gusto.

El aguacate andaluz, según datos de la Junta, un aguacate que es sobre todo malagueño y de la costa tropical granadina, exporta al país de Obama anualmente por valor de 66,4 millones. Un total de 32.988 toneladas, que así sin pensar y a cálculo bruto da como para que todos lo prueben una vez al año. «Los delicados son desgraciados porque nada les parece bien», dijo Jean de la Fontaine, que era un fabulista francés y que nunca se comió un aguacate pero que a buen seguro habría incluido tal alimento en algunas de sus 23 obras, tal vez en ´Las ostras y los litigantes´. Los americanos no se muestran ya tiquismiquis, que es la traducción patria de delicado o delicadito, se abren al mundo aunque a nosotros lo que nos conviene es que se abran el aguacate y se lo coman con atún o tomate o con una anchoa en lo alto. Tal vez en gajos o con una cuchara sin quitarle la piel. En guacamole o con gambas. Combina con el cilantro, la menta o el salmón. Hay quien lo marida con naranja. Las nueces no le van mal y es gran amigo del sushi. Los atrevidos hacen gazpacho con él y el que suscribe probó una vez una brizna de felicidad y placer que tenía forma de mayonesa de aguacate. Se deja aliñar con limón también. Ya estamos tardando en decir que tiene propiedades cosméticas y que con él se hacen mascarillas para la piel. Su alto contenido en vitamina E podría prevenir el Alzheimer, tiene mucha fibra y sodio y no acarrea colesterol. Aunque pudiera parecerlo, el leiv motiv de este artículo no es que los productores de aguacate nos pongan un piso, cosa que sería razonable por otra parte, sino compartir una grata noticia, la de las exportaciones, y compartir experiencias gastronómicas que ya ustedes mismos también habrán tenido por su cuenta. La vida es tan amarga que abre a diario las ganas de comer, que diría Jardiel Poncela. Ahora tal vez es mala época, ay ese enero de los mil propósitos, para acometer panegíricos alimenticios, con media España pasando hambre cabrona y obligada y la otra a régimen tras golosas y desmesuradas navidades. Pero esto es un elogio de lo bueno, no de lo abundante. Saber comer es un talento. Las comidas largas acortan la vida. La digestión oxida. Sabor a Málaga en Oregón. El aguacate es del color de una de nuestras esperanzas.