Esta es una frase muy utilizada hoy en día en el baloncesto moderno. Con ella se define a los jugadores grandes (aleros y pívots) que son capaces de rebotear, taponar o coger un pase de otro compañero estando el balón a una altura superior a la del propio aro. Son jugadores de un físico privilegiado, capaces de saltar a una altura sorprendente y que poseen unas cualidades físicas por encima de lo normal. De esta manera también se define cómo es el baloncesto actual, un baloncesto en el que las condiciones físicas son muy importantes para jugar a la velocidad a la que se juega ahora e imponer toda la energía necesaria para implantar defensas durísimas en las que los contactos crean un desgaste enorme en los jugadores. Estos mismos contactos se pueden ver en el juego ofensivo, en esos bloqueos que se usan para crear ventaja tanto del hombre con balón como del hombre sin balón.

Jugadores con estas cualidades físicas hay muchos. En la ACB podemos ver cada fin de semana a Marcus Slaughter del Real Madrid o nuestro Fran Vázquez. En la Euroleague se puede disfrutar del juego físico de James Gist del Panathinaikos o de Kyle Hines del CSKA que, a pesar de sus escasos 1,97 metros, es capaz de saltar o luchar como un jugador de más de 2,10 metros. Si cruzamos el charco y miramos en la NBA los ejemplos de este tipo de jugadores son muchísimo más frecuentes. Lebron James de Miami Heats o Blake Griffin de Los Ángeles Clippers son dos de ellos.

Es como si ésta fuera una cualidad indispensable para jugar a este deporte en la actualidad. Quizás se menosprecia otras cualidades de enorme importancia para jugar al máximo nivel. La más importante es la inteligencia en el juego. Con ello no quiero decir que estos jugadores que he nombrado no sepan usar el conocimiento del juego como arma indispensable para competir, todo lo contrario. Lo que quiero expresar es que aquellos jugadores que no son tan físicos o no saltan tanto también pueden ser enormes estrellas y es un lujo verlos jugar a pesar de no hacer mates estratosféricos.

Jugadores como Dirk Nowitzki de los Dallas Mavericks, que parece que juega sin despegar los pies del suelo, Luis Scola, de Indiana Pacers, que ya jugando con el Tau de Vitoria daba clínic de cómo jugar pick and roll con su compañero Pablo Prigioni, o Marc Gasol, que es capaz de dominar los partidos sin ser el más potente de los jugadores en cancha, son ese tipo de jugador que no es el más rápido ni el más grande, ni el más fuerte pero pagas una entrada por verlos jugar.

Yo tengo la suerte de entrenar cada día a un jugador así. Ricardo Guillén nunca fue un gran saltador ni el más fuerte físicamente de los pívots. Pero en cada sesión pone su conocimiento del juego al servicio de los demás haciéndoles crecer como jugadores y ahí sigue demostrando en la competitiva Liga LEB que es capaz de hacer 29 puntos, 9 rebotes y 36 de valoración como en el último partido frente a Palencia. Y algo muy importante, es capaz de ganar a pívots mucho más físicos que él solo con su inteligencia en el juego, ganándose el respeto de todos sus rivales. Él es un ejemplo para esos jugadores jóvenes que comparten equipo con él, que tienen la juventud, los cuerpos, el físico, la ilusión y la ambición, pero que todavía les queda camino por recorrer para ser jugadores de baloncesto. Y ése es nuestro trabajo, conseguir que progresen en ese conocimiento del juego y en saber poner esas enormes cualidades físicas y técnicas que tienen al servicio del equipo.

En este baloncesto actual el conocimiento del juego, la inteligencia, los recursos técnicos puestos al servicio de tu equipo siguen siendo fundamentales para competir, para ganar, para ser un jugador destacado. Si tienes esa capacidad física, si eres capaz de saltar por encima del aro, si eres de los más rápidos, si posees recursos técnicos, si conoces el juego y pones todo esto al servicio de tu equipo siendo un ganador capaz de liderar a los tuyos o de lanzar el balón que nadie quiere, entonces hablamos del mejor jugador de la historia, del gran Michael Jordan. Pero como él sólo hay uno y habrá muchos que se le puedan parecer, pero ninguno como él.